CAPÍTULO 71

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Tenía que darse prisa. A Jaime no le gustaba que llegase tarde, y si tenía que pedirle aquel favor, si de verdad podía considerarlo un favor, no debía de hacerlo enfadar. Deslizaba la moto entre los coches a través de aquellas estrechas calles hasta que al final llegó al parque de los ángeles. Mientras seguía conduciendo la moto por aquel lugar donde estaba prohibido circular divisó a lo lejos a un chico rubio con un piercing en unos carnosos labios. Notó sus ojos verdes clavarse en él al tiempo que él hacía lo mismo con los suyos.

Diego bajó de la moto y se acercó al chico de la cazadora de cuero negra.

–¿Qué es lo que quieres?–preguntó Jaime a modo de saludo.

Diego lo entendió, no es que hubiesen salido muy bien parados de su último encuentro donde llegaron a pegarse.

–Quiero que la dejes en paz.

Jaime sonrió jactanciosamente.

–Aún no le he hecho nada.–comentó acercándose.

–Y por tu propio bien no se lo harás.–aseguró Diego acortando las distancias hasta tal punto que sus cabezas casi se rozaban.

Ambos eran de la misma altura, pero aun así los dos elevaron las barbillas y sonrieron.

Las estatuas de los ángeles se alzaban desde todos los recovecos de aquel parque, milagrosamente inhumanos. Los arboles bien cuidados aportaban más frío al ambiente debido a sus sombras.

–Sabes perfectamente que no te tengo miedo Diego.

–Al igual que sabes que yo tampoco te lo tengo a ti.

Ambos se relajaron y se miraron, recordando viejos tiempos sin pronunciar palabra.

–Dime que no la tocarás.

– ¿Por qué confiarías ahora si te dijese que no le haría daño a tu hermanastra?

Silencio.

–Porque sé que no lo harías–contestó Diego.

–¿Por qué estás tan seguro? ¿No podría acaso ser yo quien ha matado a esa otra chica? –Jaime elevó una ceja mientras encendía un cigarro.

–Sé que si hubieses querido hacerle daño se lo habrías hecho la primera noche que te subiste al árbol a mirarla mientras dormía.

Un parpadeo de sorpresa iluminó el rostro del chico durante unos segundos.

–¿Te lo ha dicho Lobo?

–No, pero Miguel os vio desde la habitación de al lado cuando bajabais. Nunca habría imaginado que te volvieses tan despistado.–chasqueó los labios en señal de desaprobación.

–¿Qué quieres que te diga?– ahora parecía más molesto.

–Que vas a hacer que vuelva a confiar en ti.

Jaime lo miró furioso.

–Me acusaste de haber matado a Claudia, no creo que podamos reparar eso.

–No te acusé, pero te vi amenazarla de muerte y unos días después apareció muerta en mitad de la nada.

–Vuelvo a jurarte por Dios que yo no fui Diego, es cierto que la amenacé, pero jamás la mataría.

Silencio.

–Desde entonces es como si todo el mundo me tuviese miedo, como si yo fuese la peor persona de este mundo...–se maldijo– Todos en esta maldita ciudad piensan que fui yo...y ahora, encima...aparece esta otra chica.

Lo que el miedo no pudo silenciar© |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora