CAPÍTULO 16

285 64 2
                                    



Carolina calló, sumida en sus pensamientos.

–Creo que él a ti tampoco te conocía.

–¿De quién hablas?

–Ya lo verás esta tarde. Estoy segura de ello.

–Explícate.

–Lo peor de todo es que absolutamente todas las chicas están locas por ellos, y la mayoría de los chicos quisieran ser la mitad de popular que esos macarras. O sea, hay mucha gente que haría cualquier cosa por ellos, ya sea por miedo y respeto o por popularidad.–cambió de tema.

–No me cambies de tema.

¿Cómo pueden gustarle a las chicas? se preguntó a sí misma. Aunque al cabo de unos segundos recordó lo guapos que eran los jóvenes a pesar de las pintas que tenían. Clara desvió la vista. Por supuesto que se había dado cuenta de que el joven de ojos verdes era guapo, y ni que decir tiene que también se había fijado en sus perfectos músculos y en su actitud de prepotencia. Bueno, de él y de todo el resto de su grupo.

–Debías de estar asustada y andarte con ojo–prosiguió Carolina, aún muy nerviosa.

Clara puso los ojos en blanco.

–No estaba asustada.–comentó en apenas un susurro mientras dudaba sobre si Carolina la había escuchado cuando le dijo que no le cambiase de tema o simplemente la había ignorado.

Dirigió la vista hasta el mostrador con los dulces y se acercó a él intentando zanjar el tema. Notó como su compañera la seguía con los ojos fijos en ella.

–No sabes lo que has hecho...espero que Jaime no se acuerde de tu cara.–comentó mientras se colocaba detrás de ella y la oía pedir dos bollitos de azúcar y otros dos de canela.

Clara se estremeció al recordar las últimas palabras de Jaime..."Me quedo con tu cara" había dicho.

La mujer con el delantal y el gorro le entregó una bolsa marrón con los dulces dentro. Habían sido unos veinte euros en total. Un precio que le pareció demasiado caro para nada acostumbrada a las pastelerías de clase alta.

–Vamos.– dijo tan sólo al tiempo que se dirigía a la puerta, rezando para que los chicos no las hubieran estado esperando.

Miró hacía un lado y otro de la calle nada más salir. No, no había rastro de ellos. Suspiró aliviada, esperando de todo corazón que se cumpliese lo que le había dicho Carolina, que ninguna de ellos se quedase con su cara. Trató de dejar de pensar en ellos, pero la imagen de la sangre en aquella camiseta aún la hacía estremecerse.

–Clara.–la llamaron.

La joven rubia, una vez en la calle, se volvió hacía su nueva compañera de clase con ojos curiosos. Le extrañó que no hubiese seguido con su retahíla mientras compraba y se dirigía a la puerta.

–Gracias.–le dijo tan sólo en una tímida sonrisa.

Clara elevó una ceja, extrañada. Eso no era lo que esperaba.

–¿Por qué?

Carolina se encogió de hombros.

–Por defenderme, por meterte en ese lío por mí, por ayudarme a levantarme, por no salir corriendo aunque lo deseases.

Clara rio. Fue una risa forzada.

–No iba a salir huyendo.–comentó a pesar de que una vez se había preguntado cuándo tiempo tardaría en llegar al policía y si el joven rubio correría más rápido que ella.

Lo que el miedo no pudo silenciar© |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora