–No le des más importancia de la que tiene.–le pidió Diego.
–No puedo no darle importancia...
Clara no daba crédito y mucho menos a que se hubiese quedado callada. Nunca antes se había visto en aquella situación donde alguien amenazaba a otra persona de muerte.
–Lo dice porque está dolido. Confía en mi, Javi no es capaz de hacer daño a nadie.
–¿Por qué estás tan seguro?
Diego negó con la cabeza. En realidad no sabía el porqué.
–Lo sé.–se limitó a decir encogiéndose de hombros.
Jaime, Miguel, Luis, Lobo, Lucas y Carolina se acercaron corriendo a donde estaban hablando en voz baja.
–¿Estás bien?–le preguntó Miguel nada más verla, como si estuviese muy preocupado por ella.
Clara tenía el corazón acelerado y aún tenía ganas de llorar. Necesitaba salir de allí. No estaba preparada para encontrarse con el recuerdo de su padre esa noche. Y tampoco le perdonaba el haberse ido donde quiera que estuviese sin despedirse de ella. Lo que no llegó a ver fue la sombra incorpórea y etérea que había en una esquina de la gran sala y que la observaba orgulloso.
–Tengo que irme de aquí.–logró decir Clara antes de irse corriendo.
Clara había recordado en ese momento algo que le dolió aún más. Realmente necesitaba desahogarse. ¿Cómo podía alguien ser tan cruel de usar a su padre muerto en su contra? Gloria es lo peor, pensó la chica.
Una mano la detuvo inquiriéndole de nuevo si estaba bien. Era Miguel, pero la chica con lágrimas en los ojos de la rabia ni tan siquiera se molestó en mirarlo sino que siguió avanzando. Miguel iba a seguirla pero al encontrarse con aquella mirada de ojos azules que ya la seguía decidió quedarse donde estaba. Diego seguía avanzando detrás de ella. Había cientos de personas apelotonadas en el gran salón así que perdió a Clara varias veces antes de verla atravesar la puerta de salida. Corrió hacia ella apartando a todo aquel que se le ponía por delante. Una vez en el porche ella seguía avanzando por el pasillo de piedra hasta la puerta de fuera.
–Clara.–la llamó corriendo hacia ella.
Ella no contestó. Seguía avanzando con la cabeza agachada. Él se apresuró a colocarse a su lado y a tomarla de la mano, obligándola a mirarlo.
–Déjame.–le pidió mientras se deshacía de su mano y seguía caminando hacia abajo.
Diego entendió que la chica no quisiese hablar en un lugar con tanta gente mirándolos así que la dejó en paz hasta que salieron a la calle, donde apenas había gente. La joven siguió andando hacia la derecha por la calle totalmente recta. El chico volvió a colocarse a su lado y la detuvo en la penumbra de la noche, tan sólo iluminada por la tenue luz de las farolas.
–¿Me harías el gran honor de desahogarte conmigo?
Ella lo miró dolida. Él se sorprendió ante ello.
–Tú también te reíste.–dijo tan sólo.
–¿Perdona?
Ella le lanzó una mirada acusatoria cubierta en lágrimas. Él intentó enjugarle los ojos pero ella no le dejó alejándose de él.
–¡Déjame!–le chilló.
–¡En la vida! –le contestó él manteniendo en esta ocasión las distancias.–Me reí porque me pareció un video entrañable Clara, no por nada de lo que dijese Gloria más tarde. Si me hubieses mirado sabrías que estaba serio. No me parece gracioso que se metan con la gente así como así.
–¿De verdad?–preguntó ella con un tembloroso hilo de voz.
Se había quitado un peso de encima al escuchar la excusa de Diego. No se rio de ella y su padre. Menos mal. ¿Tan poco lo conocía para haber pensado eso de él?
–Totalmente.–contestó, mirándola con recelo, como si se estuviese dando cuenta de algo.– Además, lo sabía de sobra.
–¿Qué sabías?
Ella lo miró mientras él acortaba las distancias entre ambos. En esta ocasión la chica no se alejó ni quitó las manos de él cuando las colocó con cariño en su rostro. El calor llegó a sus mejillas al entrar en contacto con su piel. La chica sintió la respiración de Diego en sus labios al tiempo que él comenzaba a trazar círculos con un dedo sobre su cara, con tanto cariño que la enterneció. Sólo existían sus ojos. Clara comenzó a marearse al darse cuenta de la intensidad con la que la observaba.
–Sabía que eras tú y que ese hombre de perfil era tu padre. Aunque me costó mucho darme cuenta de que era él.
Clara lo observó sin que algo le cuadrase.
–Hablas como si lo conocieses.
Diego le dedicó una media sonrisa.
–Solo por las fotos que mi padre tiene en su despacho. Tu madre también sale en ella. Y la mía.
La chica puso los ojos en blanco. Aquello ya comenzaba a sacarla de quicio.
–¡No puedes haberlo reconocido porque nunca lo has visto!–le echó en cara.– Estás totalmente equivocado si piensas que lo viste en esa maldita foto o que nuestros padres se conocían de antes.
Aún no había logrado recuperarse del mal trago de ver a personas que no conocían a su padre criticándolo. Diego la contempló mientras lloraba, y en lugar de contradecirle simplemente la abrazó. Ella hundió su cabeza en el hueco de sus hombros y dejó que él le acariciase el cabello.
–Tranquila, shh, tranquila.–le susurraba él.
Clara se dejó abrazar y agarró la chaqueta del joven con las dos manos. Sintió su dura espalda debajo de la tela y aspiró su inconfundible olor. ¡Qué bien olía!
–No es justo que Gloria me haya hecho eso. Ha hecho algo horrible con un recuerdo precioso.–se quejó dolida y aún entre sus brazos.
–Gloria es así Clara, pero estoy orgulloso de que no la dejases ganar delante de todos, así que no lo hagas tampoco ahora. No dejes que convierta algo hermoso en algo que te traiga malos recuerdos. El poder de elección es tuyo. Además, por otro lado estoy totalmente convencido de que muchos se rieron sólo para complacerla.–su voz sonó aterciopelada en su oído, tan reconfortantemente cerca que la hizo sentirse mejor.
Ella frunció los labios, algo mejor.
–Estúpidos.
–Tú misma lo has dicho mi pequeña. Por cierto...– le sonrió con perspicacia– eras adorable desde pequeña.
Clara se separó un poco de él y le sonrió al tiempo que el chico enjugaba de nuevo las lágrimas que aún surcaban sus ojos. Desde luego había una gran diferencia de decir "pequeña" a "su pequeña".
–No me conoces enfadada.–se burló y el chico se sintió reconfortado al ver que ya no lloraba.
–¿Ah no? ¿Estás segura?
Ella rio y Diego la acompañó. La luna se proyectó en el rostro de la joven.
–Bueno, me conoces algo enfadada, pero no en la cumbre de mi enfado.–respondió entre risas.
Diego la atrajo aún más entre si, hasta que no quedó espacio entre ambos. Las piernas de Clara temblaron ante la química que él despertaba en ella y se sintió algo nerviosa al notarse presa de toda su atención.
–Me gustas.–le dijo él sin más, sereno.
–Y tú a mi.–le respondió ella mientras él volvía a besarla.
Gracias por leer.
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Lo que el miedo no pudo silenciar© |TERMINADA|
Teen FictionHISTORIA COMPLETA #1 en hermanastros 26/10/18 #5 en misterio y en suspenso 02/09/18 ¿Y si estuvieses destinada a morir incluso antes de nacer? Clara es una joven de quince años que vive en el sur de España. Al borde de la quiebra, su madre Sofía, c...