CAPÍTULO 88

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–Habla ya.–apremió la chica.

–Ayer a las dos o tres horas de irnos hubo una especie de atraco. Dice que se colaron unos tíos encapuchados armados y que destrozaron todo lo que había por medio. Dice que todos salieron a salvo pero que daba la sensación de que buscaban a alguien y amenazaron a varias personas con matarlas si no le decían dónde estaba esa persona que buscaban. Se formó el caos en un momento y todo el mundo huyó despavorido de la fiesta.

Clara tembló sin asimilar aquello viendo como el chico se alejaba a pagar y llamaba al chófer para que los recogiese. Su madre debería de estar muy asustada. La llamó enseguida esperando una bronca.

–¡Clara!–casi gritó esperanzada la voz de su madre.

–Tranquila mamá estoy bien.–contestó en seguida pensando en lo mal que debía de haberlo pasado su madre.

–¿Dónde te has metido? ¡No sabes en el sin vivir en el que me has tenido! ¡Ven aquí inmediatamente! ¡O dónde estás qué voy a por ti!

–Ya, ya voy, tranquila. Diego acaba de llamar al chófer para que nos recoja.

La voz de Sofía se calmó tras que su dueña suspirase muchísimo más tranquila.

–¿Dónde diantres te habías metido niña? Has desaparecido como si nada. No tienes ni idea de lo que ha pasado. Ven en seguida.–dijo antes de colgarle muy enfadada.

Diego se acercó a ella y recogió la chaqueta de la silla dándole prisas. En cuestión de unos diez minutos el chófer ya los esperaba en la puerta. Ambos se montaron sin mediar palabra y aún sin dar crédito a lo que había pasado. Dados de la mano llegaron a la casa donde los adultos los esperaban fuera. En seguida Clara se deshizo de la mano de Diego que se bajó del coche sin esperar que el conductor abriese la puerta.

–¿Qué ha pasado?–preguntó en seguida a su padre.

–Eso mismo quisiera saber yo.–dijo Sofía apresurándose a su hija y abrazándola, después de mirarla de arriba abajo.

–Estoy bien mamá tranquila.–añadió Clara dejándose abrazar.

–¿Dónde habéis estado?–preguntó un Paco muy severo y enfadado.

Clara miró a Diego asustada. ¿Cómo explicaban que no estaban en la fiesta sin explicar que eran novios? Porque...eran novios ¿no?

–Estábamos en la playa.

–¿Y qué demonios hacíais en la playa?–inquirió aún más enfadado.

Diego se acercó a su padre, imponente.

–Fuimos allí porque Gloria se burló de un video de Clara y de su padre y ella quiso irse. ¿Algún problema?

Paco los fulminó a ambos con la mirada antes de añadir.

–Varios. Luego hablaremos.–dijo dándose media vuelta y dirigiéndose a la casa.

Sofía lo siguió en seguida y entabló una conversación con él asegurándose de que los chicos no los oían.

–Sólo son niños.–los defendió.

–Niños a los que pongo bajo protección y se escapan.–rebatió él furioso.

–No sabían que estaban bajo protección, y de todas formas, la protección ha sido tan buena que han entrado en la casa. Me extraña que no matasen a nadie.

Paco miró a Sofía directamente a los ojos.

–Sabes tan bien como yo que ellos no matan así.

La ira de Paco pasó al ver la tristeza en los ojos de la mujer.

–Estoy cansada de no poder decirle la verdad a mi propia hija.

Paco se quedó en silencio, meditabundo.

–Tal vez haya llegado el momento de decírsela.

Diego y Clara los veían en la lejanía, sin comprender el repentino enfado de un hombre que siempre había mantenido la compostura. Ambos los observaban hasta que Diego cayó en algo.

–Ven, voy a enseñarte una de las famosas fotos.–dijo Diego refiriéndose a la foto de sus padres.

–Bien, ya va siendo hora de que te pueda contradecir.–afirmó ella quien aún estaba algo en shock por lo que había ocurrido y por la reacción de los adultos.

La chica lo siguió a través de la casa, dejando en el porche a dos adultos que los miraban extrañados ante su indiferencia y apresurándose a entrar en la casa para subir las escaleras del comedor hasta el despacho de Paco, un lugar en el que Clara nunca había estado. Diego abrió la puerta y Clara se sorprendió del olor a limpio que transmitía el lugar y del gran orden que había en él. Una alfombra en burdeos cubría absolutamente todo el suelo y en las tres paredes ajenas a la de la puerta habían enormes estanterías repletas de libros. En frente de la puerta, en la pared contraria, había una gran mesa con un cómodo sillón lleno de papeles.

El chico volvió a agarrarla por la cintura y la guio hasta uno de los cajones de la mesa. Lo abrió y rebuscó en él hasta sacar una foto en la que salían cuatro personas sonrientes.

La chica se llevó una mano al pecho. Clara no tuvo la menor duda de que se trataba de una versión de sus padres mucho más joven. Sintió que el corazón se le salía del pecho cuando volvió a ver a la chica de cabellera morena, esa joven a la que había visto reflejada en el espejo en una versión demacrada y con la que más tarde había tenido otro encuentro sobrenatural.

–No puede ser... ¿Cómo es posible que se conociesen?

–Ya te lo dije. Eran amigos de infancia.

Clara negó con la cabeza, seguía sin poder asimilar que sus padres, ambos, le habían mentido. Y a parte de eso, tenía otra duda totalmente distinta en la cabeza. Diego se le quedó mirando, ajeno a sus pensamientos.

–¿Cómo murió tu madre?

Diego elevó las cejas sin esperarse esa pregunta.

–Murió al darme a mi luz.–dijo con seriedad.

Clara era incapaz de reaccionar. El fantasma que había visto no había muerto dando a luz. Había sido torturada. ¿Por qué habían mentido también a Diego?


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Lo que el miedo no pudo silenciar© |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora