CAPÍTULO 109

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Un chico de ojos azules se volvió con dos algodones de azúcar rosas en su mano.

–No la encuentro.–dijo una voz desde más abajo.

Diego se volvió hacia Jenifer.

–¿Dónde está Clara?

–No lo sé. Me siguió por el pequeño bosque del parque hasta la otra parte pero no la vi salir.–dijo la niña.

–¿Cómo que no salió?–preguntó mientras veía una limusina negra salir del parque.

–No sé.

Diego miró a su alrededor, buscándola.

–Mierda.–contestó él cogiéndola por la mano y saliendo corriendo tan rápido que no vio al joven que se encontraba en frente y con el que se chocaba cayéndose al suelo.

–Joder, ten más cuidado.

–¡Jaime! –casi gritó.–

–¡Diego! ¿Qué te pasa?–le preguntó al ver su cara descompuesta.

–Quédate con Jenifer y llama a mi padre. Dile que no encuentro a Clara.

El chico asintió sin hacer ninguna pregunta mientras marcaba el número del hombre, que le respondía en la otra línea. En aquella ciudad nadie preguntaba más de la cuenta.

Tras una media hora buscando por todas partes Diego se dejó caer con el alma en los pies. No estaba allí, y estaba totalmente convencido de que si se hubiese ido se lo habría dicho.

–¿Qué ha pasado?–preguntó una voz verdaderamente aterrorizada tras él.

–Sofía...–fue lo único capaz de decir.

Sofía se agachó y le obligó a mirarlo.

–¿Dónde está mi niña?–preguntó desesperada.

–No lo sé.–contestó Diego con muchísima impotencia mientras levantaba la vista y veía a su padre y a un grupo de hombres y mujeres. Entre ellos distinguió a los abuelos de Clara que intercambiaron una mirada.

Jaime se acercó hacia él y colocó una mano en su espalda.

–¿Qué ocurre? Probablemente se haya ido aburrida de jugar con la cría o algo.–propuso.

Sofía lo miró con lágrimas en los ojos. Ella sabía lo que pasaba en aquel lugar.

–La han raptado.

–¿Cómo? –preguntó Jaime con los ojos abiertos de par en par.

–¿Has tenido algo que ver?–inquirió Sofia acercándose hacia Jaime con el odio dibujado en el rostro.

El chico dio un paso atrás.

–No, por supuesto que no.

Diego intentó recomponer la compostura.

–¿Qué hacías aquí entonces?

Jaime se llevó una mano al pecho, dolido.

–Pasear. Es más no tengo ni idea de qué ocurre aquí.

Diego lo creyó mientras que Sofía se alejó negando con la cabeza y gritando el nombre de Clara. No tenía tiempo que perder y lo sabía perfectamente. Los hombres y mujeres que la acompañaban se dispersaron buscándola en diferentes lugares.

–Hay una secta en la ciudad que raptan a chicas de menos de dieciséis años y las matan arrancándole el corazón y los ojos después de someterlas a distintas torturas.–informó un Diego que trataba de relajarse a Jaime.

Lo que el miedo no pudo silenciar© |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora