CAPÍTULO FINAL

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Clara había llorado muchísimo cuando su padre se fue, hasta que comprendió que jamás iba a irse del todo. Que siempre iba a estar con ella, y que mientras que ella pensase en él, todo iba a ir bien. El sonido de las olas al romper se mezcló con su último sollozo antes de secarse las lágrimas. Fue en ese momento cuando Diego llegó.

–Siento haberte hecho esperar.–le dijo abrazándola al ver que ella tenía los ojos húmedos.– ¿Estás bien?

Ella asintió.

–Más que bien. Soy muy feliz Diego. Esto es precioso.–le dijo mirando todo lo que el chico le había preparado. Ambos bromearon y se besaron varias veces más en medio de aquel maravilloso lugar.

Él sacudió la cabeza, abrumado.

–No paro de pensar en lo que te podría haber pasado.–se lamentó.

–No era lo que más miedo me daba–confesó ella.

Él la observó detenidamente mientras le acariciaba el cabello y se tumbaban en la arena, colocando el suave mantel de seda entre la fría arena y ellos.

–¿Qué era pues?

–Mi mayor temor era no volverte a ver.

Él se estremeció ante aquello. Una ola rompió con fuerza en la distancia.

–Gracias por no dejarme caer.–le susurró ella acariciándole los labios con suavidad y sintiendo su respiración en su rostro.

–Te dije que no lo haría.–comentó con aquella seguridad tan natural en él, al igual que aquella elegancia que tan atractivo le hacía parecer.

Se volvieron a fundir en un beso mientras la ternura inundaba el lugar.

–Y ahora, déjame enseñarte dónde he ido.–comentó levantando una mano y señalando al cielo.– Encendería el mismo cielo por ti, Clara.

La chica lo escuchó decir eso mientras la noche se iluminaba con fuegos artificiales en una vista preciosa. Los colores vibrantes se sucedían uno tras otro mientras que se mezclaban en el cielo. Diego la buscó de nuevo, agarrándole con ternura la mano y acortando aún más las distancias. Ambos volvieron a besarse y a sonreírse, al mismo tiempo que sus corazones se entregaban y se cuidaban mutuamente.

Ninguno de los dos se dio cuenta de que unos metros más atrás, una joven de cabellera negra y vestida de blanco los observaba. Una leve sonrisa se dibujó en su semblante. Su rostro ya no era el reflejo de una mueca carcomida por el dolor, sino el semblante de una chica joven, hermosa, que los miró durante una fracción de segundo antes de desaparecer en la nada. Esta vez...tal vez para siempre.

*

En un avión privado un hombre se sentaba tranquilamente en un cómodo sillón mientras bebía un Martini. Sonrió, a sabiondas de que debía de alejarse un tiempo de Tanis, aquella paradisíaca ciudad donde tanto tiempo había podido llevar a cabo el legado de su Diosa. Sí, esa misma que reinó hacía tantísimo tiempo y que se alimentaba de la belleza y el miedo de las jóvenes. Repasó los acontecimientos de las últimas semanas. Algunos de sus hombres habían sido descubiertos, pero sabía de buena mano que ninguno de ellos le delataría. Todos creían que era el demonio en persona. Sus ojos, ahora verdes, miraron por la ventana del avión. Era de noche, llevaba casi unas veinte horas de camino y estaba a punto de llegar a su próximo destino. Tal vez sus andaduras hubiesen acabado en aquel lugar, o quizás no. Tal vez volviese pasado un tiempo, pero por el momento, iba a centrarse en buscar nuevos lugares. Aún le quedaba demasiado por hacer en la búsqueda del agradecimiento eterno hacia su Diosa.

FIN

MUCHAS GRACIAS POR LEER.

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FB: SARAH MEY LIBROS

Lo que el miedo no pudo silenciar© |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora