CAPÍTULO 87

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A la mañana siguiente se despertaron entre rayos de sol, cubiertos de arena y dando las gracias de que la marea no hubiese crecido unos metros más ya que los habría empapado.

–Nunca había dormido tan bien en mi vida.–dijo ella al despertarse en la playa abrazada por él y tapada por la chaqueta del chico sobre su pecho.

Diego se colocó una mano sobre sus ojos para taparse del sol. Tenía cara de dormido y Clara se percató de que le costaba trabajo despertarse. Aprovechó eso para hacerle cosquillas al tiempo que él se quejaba.

–Déjame diez minutos más.–le pidió con voz de dormido aguantándole las manos.

Tenía los ojos cerrados y apretados, como si se esforzase por mantenerlos así. Clara tuvo que contener la risa al verlo, pero al mismo tiempo, se contuvo a si misma de volver a besarlo. Nunca lo había visto tan frágil ni atractivo como en ese momento.

–Está bien...diez minutos más.–le aseguró la chica viendo como el agua casi le llegaba a los pies.

Divertida, no se le ocurrió otra cosa que hacer que coger un poco de arena húmeda y tirársela con suavidad a Diego en el cuello, buscándolo. El chico tardó tanto en reaccionar que Clara tuvo que comenzar a reírse sin parar al darse cuenta de que aún medio dormido no lograba identificar lo que estaba haciendo. Al darse cuenta de que tenía algo en el cuello se incorporó con cara de sueño y se miró a si mismo para abajo. El brillo de perversión que Clara vio en sus ojos le hizo darse cuenta de que había acabado de despertarse.

–Ahora verás...–le aseguró él con una sonrisa peligrosa.

No le dio tiempo a salir corriendo porque Diego la agarró y comenzó a hacerle cosquillas al tiempo que ella reía. Se mantuvieron así un rato hasta que el chico paró y agarró sus dos manos, colocándolas sobre la arena. Luego se sentó a horcajadas sobre ella y ambos notaron como sus propios cuerpos comenzaron a reaccionar. El chico jugó con el cuello de ella pasando su boca con suavidad. Clara sintió su aliento y se estremeció, pero lo hizo aún más cuando bajó hasta su clavícula y depositó un beso en él.

–¿Sigo soñando?–preguntó él acercando su rostro al de ella.

Clara respiró de él y elevó la cabeza, pidiendo que lo besase. Odiaba que la tuviese aprisionada con sus manos pero al mismo tiempo le gustaba.

–Dímelo tú.–le respondió ella con una sonrisa.

La respuesta de él no tardó en llegar mientras volvía a besarla. Había pasado de no haber besado nunca a un chico a recibir una media de demasiados besos por día, pero para ella ni tan siquiera eso era suficiente cuando se trataba de Diego. Todo era nuevo para ella y se estaba asegurando de disfrutar cada instante.

El chico soltó sus manos y ella aprovechó para despeinarle el cabello, realmente feliz. Ya hacía tiempo que la arena de su cuello había caído sobre su vestido, pero dado que estaba llenísima de arena, no le importaba lo más mínimo. Se levantaron bromeando y dándose de la mano se colocaron un poco más lejos del agua. Ambos sentían descargas eléctricas ante el roce de la piel del otro.

–¿Siempre eres tan sonriente recién levantado?–preguntó ella con sorna.

–Siempre que tengo un motivo, sí, lo soy.

–¿Y cuál es hoy tu motivo?–bromeó.

–Estar contigo.–volvió a sonreír.– Y quiero seguir estándolo todos los días de mi vida.

Ella se enterneció, pero eso no la frenó.

–¿A sí? A ver si piensas lo mismo ahora.–rio Clara intentando montarse en su espalda a caballito.

Lo que el miedo no pudo silenciar© |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora