Ambos tenían una conversación pendiente cuando el móvil de Diego comenzó a cimbrear. La chica leyó el nombre de Gloria en la pantalla y vio como la cara del chico se congestionó en una mueca. Cogió el teléfono y comenzó a hablar con la chica, separándose de Clara y dejando de lado esa conversación y lo que fuese que quería decirle.
–Mas te vale no humillarme y no aparecer con esa furcia a la fiesta de Paola.–le espetó Gloria nada más descolgar.
Diego no lo aguantó y se enzarzó con ella en una disputa hasta que acabó por colgarle. Gloria era insufrible y ya había aguantado bastante.
–Lo siento.–se disculpó Diego cuando regresó a la mesa con Clara.
La chica negó con la cabeza sabiendo lo que había pasado. Aquel no era el momento de hablar de sus sentimientos, así que comenzó a hablarle sobre qué hacía un jueves normal en su ciudad.
–Ahora mismo estaría en la librería de mi padre si estuviese en mi antigua ciudad.–comentó ella. Y Diego vio como se le iluminó la mirada al decir que tenía una librería y hablar de su padre.
–¿Tenías una librería?
Clara asintió y comenzó a contarle todos los detalles de aquel maravilloso lugar. Era como su templo. Se había pasado horas y horas encerrada en ese lugar leyendo cuando su padre aún vivía.
Estaba empezando a atardecer cuando acabaron los helados. Diego miraba hacia el frente, pasando de las chicas que flirteaban con él con la mirada y reían demasiado alto para hacerse notar. Todas sabían quién era.
–¿Te apetece dar un paseo por el lago?–dijo cuándo Clara acabó el helado.
Siempre era una tardona en cuanto a comidas se refiere. Ella sonrió perspicaz.
–Sólo si es en los barquitos.
Él le dedicó una encantadora media sonrisa con un desconfiado gesto.
–¿Planeas tirarme?
–Dudo que me dejes.
Él rio.
–Ya lo vas pillando, aunque no creo que necesites mi permiso para hacer eso.
–Ahora eres tú el que me pillas a mí.
Comenzaron a andar hasta el señor que alquilaba los barcos en la orilla sur. Fue un paseo tranquilo por puestos de ropa y complementos de diversas telas y variopintos colores. El color verde de los arbustos resaltaba por doquier. El lago que se abría paso acompañándolos en su caminar embellecía aún más el lugar. Durante unos instantes aquel sitio le recordó al paseo de los enamorados en Granada, donde había estado de más pequeña con sus padres. Mirase por donde mirase a Clara todo aquello le parecía precioso. Los dos jóvenes mantuvieron las distancias aunque ambos deseaban cogerse las manos. Clara no entendía a Diego. Había veces que parecía que quería estar con ella, y otras como aquella que se mostraba tan distante que le molestaba.
Sin mediar palabra, comenzaron a dejar atrás las tiendas y a deslizarse cada vez más abajo hasta llegar a un señor con un puntiagudo bigote y con un sombrero redondo sobre su blanquecina y corta cabellera.
–Buenas tardes.
–Buenas tardes Diego–respondió el hombre haciendo un gesto caballeroso al bajar y subir el sombrero a modo de saludo.– Vienes muy bien acompañado esta tarde. ¿Quién es esa jovencita tan guapa?
Diego sonrió al tiempo que la miraba.
–Ella es Clara. Clara este es Álvaro, uno de los barqueros más antiguos.
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Lo que el miedo no pudo silenciar© |TERMINADA|
Genç KurguHISTORIA COMPLETA #1 en hermanastros 26/10/18 #5 en misterio y en suspenso 02/09/18 ¿Y si estuvieses destinada a morir incluso antes de nacer? Clara es una joven de quince años que vive en el sur de España. Al borde de la quiebra, su madre Sofía, c...