Al cabo de diez minutos un joven arrancaba una moto y una chica rubia se subía detrás agarrándose a él. Los dos adultos se despedían de ellos en la entrada. Clara recordó la cara de sorpresa y felicidad de su madre al decirle que iba a ir a una fiesta. No le pidió permiso porque sabía que la iba a dejar. Su madre siempre la había motivado a salir, pero ella prefería quedarse en casa.
–Tened cuidado.–les despidió Sofía en la puerta.
–Más te vale tenerlo.–le dijo Clara al oído a Diego una vez en la calle.
Notó como sus abdominales se contraían a medida que se reía.
–Contigo más vale tenerlo.–le sonrió colocando el espejo de la moto de tal forma que sus rostros se encontrasen.
El día estaba algo nublado y hacía más frío que otros días. Clara llevaba unos vaqueros largos y una camisa con una rebeca en azul. Él en cambio llevaba tan sólo una camisa fina para protegerse del viento. Se había quitado el casco al salir de su casa, y Clara había querido hacer lo mismo, pero él no la dejó. No obstante, eso no la detuvo.
–No dejes que me caiga.–le dijo mientras extendía los brazos rectos a los lados y notaba como el aire acariciaba su dorada cabellera.
La chica pensaba que volar debería de ser una sensación tan mágica como aquella. El viento le trajo aquel olor tan embriagador que desprendía el chico y la hizo suspirar sin que él se percatase de ello.
Diego pegó un pequeño frenazo e hizo que ella chillase y se agarrase más fuertemente a él.
–¿Estás tonto?
El rio muy seguro de sí mismo.
–Sólo he apretado una milésima el freno.–sonrió pícaro.
Clara colocó su cabeza sobre su hombro y miró a aquellos ojos que le sonreían a través del cristal.
–No vuelvas a hacerlo.
La chica se quedó mirando aquel reflejo de ángel en el cristal unos segundos, percatándose de que después de dedicarle su media sonrisa se había puesto serio.
–Descuida. Nunca te dejaré caer.
Clara suspiró mientras se fijaba en cómo el joven adelantaba a los coches, en su gran mayoría lujosos. Las calles estaban muy transitadas para ser un jueves por la mañana. La chica se fijó en la gran cantidad de tiendas de variopintos colores que había por todas partes. También distinguió muchísimas boutiques en las que ni por asomo se imaginaba entrando. A medida que avanzaban los edificios eran cada vez mayores y las pequeñas boutiques daban paso a otras más grandes y de varios pisos.
Diego aparcó la moto en la acera de la derecha, justo delante de una gran boutique cuya dependienta, al igual que las de otras tiendas, estaba justo en la puerta esperando a posibles clientes. Nada más verlos los saludó con una sonrisa encantadora que no pretendía más que vender. La apariencia física del vendedor, incluyendo las expresiones que utilice eran los que llamaban a las personas a entrar en una gran tienda en la que no se había estado antes en un lugar como aquel donde todo era lujo y exceso.
Diego correspondió encantador su saludo mientras agarraba a Clara por la cintura e le indicaba que entrase. Ella se ruborizó ante su agarre mientras saludaba a la chica que se le quedaba mirando, probablemente pensando que no era el perfil de chica que solía entrar en la tienda. Incluso se resistió un poco a entrar, pero ante la insistencia de Diego, se dejó llevar.
–¿Haría el favor de cerrar la boutique?–preguntó un Diego con una perfecta pronunciación francesa– Quiero que la atienda tan sólo a ella.
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Lo que el miedo no pudo silenciar© |TERMINADA|
Ficção AdolescenteHISTORIA COMPLETA #1 en hermanastros 26/10/18 #5 en misterio y en suspenso 02/09/18 ¿Y si estuvieses destinada a morir incluso antes de nacer? Clara es una joven de quince años que vive en el sur de España. Al borde de la quiebra, su madre Sofía, c...