La noche era fría, pero el tacto del chico despertaba una gran calidez emocional en ella que le hacía olvidarse de cuanto le rodeaba. Perdió la noción del tiempo mientras se separaba un poco de él y se perdía en aquel océano que era su mirada. Su corazón latía a mil por hora mientras respiraba su embriagador aroma y se saciaba de la calidez del cuerpo del chico. Sus labios volvieron a encontrarse y a bailar entre ellos otras dos veces.
–¿Dónde tienes el botón?–le preguntó ella al cabo de unos instantes.
–¿Que botón?–contestó el mirándose rápidamente la camisa y luego volviendo a mirarla divertido pensando que le había tomado el pelo.
–Ese botón que debería de existir en este preciso momento.
–¿Cuál?
–El de detener el tiempo.–le susurró ella mientras veía como él chico se enternecía.–Quiero detenerlo para estar siempre así, abrazada a ti.
–Ojalá existiese...pero ¿sabes qué?
Ella lo miró inquisitivamente.
–Aunque ese botón no exista, nunca te dejaría separarte de mí–dijo él mientras se inclinaba hacia ella y le besaba la nariz, luego la frente, y luego comenzase a besarla por todas partes mientras la estrechaba con más fuerza. – A no ser que realmente quieras hacerlo.
Ella no se lo esperaba, pero aquel roce suave con sus labios hizo que desease que aquel momento no terminase nunca. Diego comenzó a recorrer su cuerpo con sus expertas manos mientras ella agarraba el cabello del chico y atraía su boca como un imán. Sus labios volvieron a entrar en contacto en un cálido aliento de vida. Diego le pasó la mano por el cabello y la acercó aún más a él apasionadamente. Sus cuerpos no podían estar más unidos, ni sus corazones más desenfrenados. Se llevaron así unos instantes hasta que él se separó de ella y la miró. Clara se había olvidado incluso de respirar.
A pesar de eso Clara contuvo el aliento unas milésimas de segundo más. Aquel momento había sido tan mágico que tenía miedo de estropearlo con cualquier cosa que dijese. Silencio. La luz de la farola que tenían encima se apagó en ese momento. Ambos miraron hacia arriba.
–Parece ser que nos han querido dejar un momento de intimidad.–bromeó él tan atractivo y elegante como siempre, a la vez que con ese toque salvaje que poseía.
–Eso parece.–contestó ella nerviosa.
Él arqueó una ceja, con una diversión que Clara no logró entender.
–¿Qué?
–¿Ves cómo pongo nerviosa a todas las mujeres tarde o temprano?–dijo jactancioso.
Ella rio, intentando que no se notara su nerviosismo.
–¡Oh vamos!–le riñó y le dio un suave golpe en el pecho que hizo que la sonrisa de Diego se acentuara.– ¡Más quisieras ponerme a mí nerviosa!–presumió mientras dejaba que el chico agarrase su mano y la alejase aún más de la fiesta.
Continuaron andando haciéndose bromas y riendo sin que la chica supiese donde la llevaba. Cosa a la que empezaba a acostumbrarse y no le importaba. Hasta pasados unos diez minutos en los que caminaban de la mano no se percató del agradable sonido que venía en su búsqueda. El sonido del mar.
–¿Estamos en la playa?–preguntó.
–Ya era hora de que empezaras a darte cuenta.–se burló divertido.
–Contigo hablando todo el tiempo no he podido fijarme en nada mas–saltó ella sonriendo.
Ambos comenzaron a bajar hasta llegar a la arena, suave y fría. Ella se quitó los tacones y los sostuvo en la mano. Él continuó avanzando hasta llegar a la orilla, donde se sentó y le indicó a Clara que se sentase en sus piernas, abrazándola por detrás. La chica se agachó y se dejó caer en él, sintiendo su duro pectoral y su reconfortante abrazo. Las estrellas estaban preciosas e iluminaban el cielo junto a la luna menguante.

ESTÁS LEYENDO
Lo que el miedo no pudo silenciar© |TERMINADA|
Teen FictionHISTORIA COMPLETA #1 en hermanastros 26/10/18 #5 en misterio y en suspenso 02/09/18 ¿Y si estuvieses destinada a morir incluso antes de nacer? Clara es una joven de quince años que vive en el sur de España. Al borde de la quiebra, su madre Sofía, c...