80 (Narra Carlos)

870 46 2
                                    

Nos despertamos bastante temprano en la mañana, esa misma tarde teníamos que coger el avión con destino a Tailandia, por ello, madrugamos, para arreglar todo lo relacionado con el viaje.
Julia se acercó a mi y me dio un abrazo; abrazo en el que nos quedamos mirándonos a los ojos.

- Tengo muchas ganas.- me informó Julia.

- Yo también.- admití.

- Aunque me voy a cansar de ti.- bromeó.

- Si... yo no sé como voy a hacer para aguantarte.- le seguí el rollo.

- Pero si soy lo mejor de tu vida.- comentó picándome y yo, simplemente, me reí.

Al separarnos de nuestro abrazo, guardamos todas nuestras pertenencias en nuestras respectivas maletas y salimos de la habitación en la que hasta ahora nos habíamos hospedado.
Al volver del viaje, Julia tendría que ir a visitar a su familia y amigos, y yo a los míos, así que, queríamos aprovechar al máximo el tiempo juntos, ya que, hasta la gira, probablemente, no podríamos volver a vernos.

Cogimos un taxi que nos llevara hasta el aeropuerto, allí, tendríamos que esperar bastante hasta coger el avión, ya que, había llegado con retraso.
Pero nos entretuvimos comiendo en un bar y sacándonos algunas fotos en un foto matón.
A su lado, de cualquier manera te podías entretener.

Pronto nos metimos en el avión y nos sentamos en nuestros respectivos asientos.
Nos había tocado un chico al lado, era bastante alto y fuerte.

- Está to bueno este de aquí.- me susurró Julia al oído refiriéndose al chico que tenía al lado.

- Si... te voy a dejar por él.- le respondí poniendo una mueca de superioridad y ella se rió.

Casi todo el viaje en avión nos lo pasamos durmiendo, a pesar de que habían sido 14 horas, aproximadamente. El resto del viaje nos lo pasamos hablando, comiendo o viendo películas, eso, cuando no teníamos que hacer escala.

- Hay que ver como has roncado...- le dije intentando picarla cuando vi que empezaba a abrir los ojos.

Se había pasado casi una hora apoyada en mi hombro mientras dormía y, durante ese tiempo, apenas pude dejar de mirarla.

- ¿Qué dices? Si yo no ronco ná.

- El chico guapo de al lado no piensa lo mismo.

Ella empezó a reírse y poco tardamos en levantarnos, pues, habíamos aterrizado por fin.
Salimos de allí, y al hacerlo, notamos una ola de calor azotando nuestros cuerpos, calor húmedo. El aire parecía condensado, incluso limitando la respiración.
Tras un corto paseo, habíamos llegado al hotel.

La casualidad, JulrightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora