Me desperté al lado de Julia, ella seguía durmiendo.
Era una sensación maravillosa despertarme a su lado cada mañana y observar como dormía.Poco tardó en abrir los ojos, lentamente.
- Buenos días, locuela.- la saludé.
- Buenos días.- dijo aún luchando por mirarme.- que guapo estás.
Sonreí, era la mujer más bonita del mundo.
La rodeé con mis brazos y besé su frente, era algo que me encantaba hacer.- Que guapa estás tú.
Sonrió, tenía la sonrisa más bonita que jamás había visto.
- Anda ya, tú tienes miopía.
- No, tengo la vista muy bien.
- Que va, no, no.- me dijo y empezó a tocarme los ojos.- gradúate que no ves.
Empecé a reírme todo lo bajito que pude, para no despertar a nadie.
Luego, comencé a hacerle cosquillas por todo su cuerpo, mientras ella intentaba no reirse e intercalaba sus intentos con un "para".
Al frenar, me quedé mirando a sus ojos que, a pesar de ser marrones, un color muy habitual, escondían la mirada que más me había transmitido nunca.- Eres un niño pequeño.
- Tú si que lo eres.
- Anda ya, exagerao.
- Pues si.
- El que lo dice lo es.
Sonreí, tenía el humor que más gracia podía hacerme, a pesar se ser súper básico.
Quizás, por eso, congeniábamos tan bien.Le acaricié los labios y le di un beso.
- ¿Te apetece...?- le pregunté.
- Venga va.- soltó convencida.
- ¿Si?
- Que si, Carlos.
- Vale, pues toma el tapón.- le dije y comencé a reírme.
Ella me siguió y se levantó de cama, haciéndose la enfadada.
Fuimos hacia la cocina para desayunar algo, pues, los dos estábamos bastante hambrientos.- En realidad tienes razón, yo soy mucho mas guapa, tú eres el feo de la relación.- comentó mientras comía su tostada.
- Pero ¿qué dices tú? Qué feo ni feo! El segundo más guapo de la Academia.
Los dos empezamos a reirnos recordando aquellos primeros días dentro de nuestra casa. Nos habían pasado tantas cosas aquí dentro...
Me levanté y la besé en los labios, era algo que no podía evitar y, siendo sinceros, tampoco pretendía hacerlo.
Un beso salado, quizás incluso amargo, pero de los más bonitos que había recibido nunca. Pues, si venía de ella, todo era lo mejor.
- Te quiero.- le susurré.
- Mucho menos de lo que yo a ti.- dijo.
Y seguimos comiendo nuestras tostadas, cuando, se encendieron las cámaras.
Era lo mejor que jamás me había pasado.