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- ¿A que es increíble?- me preguntó observando el lago al que me había llevado.

Asentí.
Estaba rodeado de una exuberante naturaleza e incluso tenía un pequeño caseto.
Estaba todo tan aislado del mundo...

Carlos extendió una toalla en el suelo y puso la cesta de la comida encima.
Entonces caminó hacia el borde del lago y tocó el agua con su mano, pero pronto la sacó.

- ¿Muy fría?

Asintió poniendo cara de bebé.
Me acarició la nuca con la mano que había usado para tocar el agua.

- Qué fría, Carlos.- afirmé.

Me mandó callar y se acercó a mis labios.
Yo aparté la cara. Ni siquiera se por qué lo hice, simplemente no estaba preparada.
Desde luego, lo quería muchísimo y seguía sintiendo todo un océano de emociones por él, pero después de todo lo que había pasado, no estaba lista para este paso.
Cuando nuestras miradas se juntaron me sentí realmente incómoda.

- Perdona.- me dijo.

- Carlos, escucha...- intenté explicar mis sentimientos.

- Vamos a comer.- me interrumpió para cambiar de tema, ya que, parecía agobiado,  y yo le respondí con un suspiro, para despuéas asentir.

Nos sentamos en la toalla en completo silencio.

- ¿Qué has traído?- pregunté para oír algo más que pájaros cantando.

- Muchas cosas.- dijo intentando aparentar normalidad.

- Carlos...- me miró a los ojos y me quedé sin palabras.
Entonces mi corazón empezó a latir más rápido de lo normal y mi calor corporal comenzó a aumentar. Tenía la respiración agitada.
No podía controlar mi cuerpo y me puse a llorar, a llorar como hace tiempo que no lo había hecho.
Quería estar bien con Carlos, como siempre, pero no podía parar de actuar como una niña pequeña y, aún dándome cuenta, no podía evitarlo. No quería perderlo otra vez.

- ¡Julia!- soltó y se acercó a mi para cogerme entre sus brazos.- ¿Qué pasa?

- Carlos...

La casualidad, JulrightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora