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Me desperté, de mala gana, en la habitación.
Carlos estaba durmiendo a mi lado, abrazado a mi. Intenté levantarme sin despertarle para ir al salón.

La noche anterior había sido, sin duda, una de las peores de mi vida.
Me había costado mucho pegar ojo y, aún así, era muy temprano cuando me desperté, no había dormido ni tres horas. Ayer habíamos ido a cama muy tarde.
Me senté en el salón.

Entre los dos, decidimos denunciar a Javi.
Fue algo que, a mi, particularmente, me costó mucho, pues, a pesar de que estaba siendo muy cruel conmigo, yo había estado muy enamorada de él; sin embargo, no iba a dejarle que me arrebatara mi felicidad, no ahora, que estaba especialmente feliz.

Fuimos a los juzgados a dar pruebas de todo, iban a ser unos días duros hasta que todo esto se solucionase pero, por suerte, no había conciertos hasta dentro de bastante tiempo.

Estuvimos encerrados en comisaría más de tres horas. Mi madre también tuvo que dar su testimonio del día en que vino a golpear la puerta de casa.
Me dijeron que, aunque tardaría un tiempo en tramitarse la denuncia, muy probablemente, obtuviese una orden de alejamiento, en la que se le prohibiría a Javi acercarse a mi a más de 100 metros. Tampoco podría hablarme por ningún tipo de red social.
Eso, me dejaba especialmente aliviada.

Carlos tardó poco en despertarse, se sentó a mi lado y, con solo una sonrisa, me animó bastante.

- ¿Qué leona? ¿Cocinamos unos macarroncitos?- me preguntó alborotándome el pelo e ignorando todo lo que había pasado anoche, cosa que yo le agradecía mucho.

Le sonreí y accedí.
Los macarrones, al parecer, se iban a convertir en nuestro plato estrella.
Era incluso gracioso que eso fuera así.

- Estos nos van a salir riquísimos.- afirmó metiéndolos en el horno.

- Eso espero.- admití.

Me dio un beso en la frente y me abrazó con muchísima fuerza.

- Carlos, ¡que me asfixias!- solté sin casi poder respirar.

- Perdón.- comentó al soltarme poniendo una mueca.- era para enseñarte todo mi amor.

- Qué bueno...- le respondí riendo y nos fundimos en un abrazo.
Esta vez, con mucha menos fuerza.

La casualidad, JulrightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora