59 (Narra Carlos)

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Julia me llevó de la mano hasta el sofá, nos sentamos allí; ella en mi ragazo, mirándome sugerente mientras entrelazaba nuestras manos.

- No es que aquí podamos experimentar mucho.- le dije.- pero déjame coger agua.

Ella intentó bajarse de encima de mí, pero la lleve en mis brazos hasta la zona de los vasos para luego volver al sofá.

Una vez allí, la tiré en él, y me tumbé encima de ella sin colocarme encima, sino, apoyado en mis manos para no hacerle daño.

Acaricié su cara, estaba cálida.
Le puse el pelo detrás de la oreja de modo que pudiera observar mejor su belleza.

Tras eso, comprobé su boca, la tenía  entreabierta, no hubo manera de que pudiese evitar besarla, era como un reto que jamás podría pasar.
La abracé todo lo fuerte que pude, aunque con miedo a que su pequeño cuerpo se quebrara entre mis brazos.
Ella arqueó un poco su espalda, de modo que fuera más cómodo.

Poco tardamos en despojarnos de nuestra ropa.
Empecé a besar todo su cuerpo, sin freno.
Noté como su calor corporal subía, calentándome a mi aún más.
El roce de su piel me excitaba más de lo que nada podría hacerlo. 
Sus pechos, moviéndose rápido al ritmo de su respiración, me quitaban la poca cordura que en eses instantes podía tener.
Mi sangre corría a torrentes por todo mi cuerpo, mi corazón latía más rápido que nunca.
Sus manos bajaron por todo mi torso, haciéndome perder la cabeza.
Rocé su cuerpo contra el mío. Yo mismo notaba mi erección, nada podría frenarme ya.

Saqué un paquete de aluminio, ella lo abrió y me puso el condón con agilidad.
Después, abrazó mi espalda y pronto me dejó libre para que pudiera situarme mejor.

Empecé a embestirla despacio, con mis manos a cada lado de su diminuto cuerpo.
Parecía tener el corazón extendido por todo el cuerpo, lo sentía incluso en mi pene.
Mi respiración era mayor a cada momento, más fuerte, y se mezclaba con la suya, que sentía en mi nuca.
No podía parar.

Ella, con sus pequeñas manos, arañó mi espalda, lo que me hacía sentir aún más excitado.
Mis embestidas, cada vez más rápidas, me permitían escuchar pequeños gemidos de Julia, eso me volvía loco.
Intenté coger el vaso de agua sin derramar nada, no lo conseguí, pero me daba igual.

Cogí con mis dedos un poco de agua y mojé los abdominales de Julia, haciendo que su calor bajara con el agua fría y dibujando pequeños círculos.
Noté como daba gemidos cada vez más altos.

Luego, ella hizo lo mismo conmigo.
Noté por mi cuerpo sus manos ahora frías, provocando una diferencia de temperaturas que hacía que sintiera cosquilleos por todo mi cuerpo.

Sentía que iba a explotar.

La casualidad, JulrightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora