41 (Narra Carlos)

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De un momento a otro algo tan básico como una broma se había convertido en algo más sexual.

- ¿Estás segura de que estás preparada?- le cuestioné cuando los dos estábamos semidesnudos encima de el sofá.

- Bueno... no tengo el chumi depilado... pero por el resto sí.- empecé a reírme, y cuando mi risa cesó, se sinceró.- quiero hacerlo ya.

- ¿Vamos a otro sitio o algo?

- No.- me dijó y me besó pasionalmente.

El beso duró incluso más de lo esperado, pero era algo que me encantaba. Mi respiración era casi nula. Sus labios me hechizaban, me quitaban la poca cordura que podía tener a su lado.
Mordí su labio inferior, no con mucha fuerza, sin embrago, se hizo tan intenso que mi corazón empezó a latir de forma más rápida, pareciendo rebotar contra mi propio pecho. Besé su cuello y ella hizo lo mismo en repetidas ocasiones conmigo.
Me quitó los calzoncillos muy lentamente intentando navegar por cada surco de mi piel.
Tenía ahora la respiración agitada, pero acompasada con la suya.
Noté su cálido aliento chocando contra mi y, proporcionándome aún más calor.

Observé como su respiración estaba tan agitada que hacía que su barriga subiera y bajara de forma muy veloz.
La vi morderse el labio, lo que supuso aún más tentación para mi.
Acaricié sus curvas lentamente, desde sus caderas hasta llegar casi a su pecho y le besé la clavícula. Ella se aferró con sus manos a mi cuello para regalarme un nuevo beso.

Llegó el momento, me puse con su ayuda un condón.
Me situé encima de su cuerpo, que parecía frágil, pero dejaba de serlo en cuanto sus manos me arañaban.
El deseo ardía dentro de mi, como fuego puro.
La abracé tras alguna embestida y ella arqueó su espalda como respuesta a mis movimientos.
Pude escuchar sus pequeños gemidos cerca de mi oído y eso me ponía aún más. Oía su respiración cada vez más agitada y sus gemidos cada vez más fuertes y continuos.
Notaba como sus finas manos resbalaban por mi espalda y mi nuca, a veces, incluso dibujando líneas y círculos imaginarios.
La tentación era desmedida.

- Carlos...- logré escucharla susurrar.

Mordí suavemente su pescuezo y bajé hacia sus senos, que también mordí.
Luego entrelacé sus manos con las mías y las agarré con fuerza y firmeza, estiré mis brazos todo lo que pude para que nuestras caras quedaran a centímetros y noté su aliento contra mi rostro.
Le acaricié la cara con una mano y me besó los dedos.
Tenía la boca completamente seca.
Cerré los los ojos, y al abrirlos, contemplé como estaba empapada en sudor, como cada parte de su cuerpo parecía brillar, lo que me hacía tocarla con más brutalidad, con más pasión.

Cada vez sus gemidos eran más fuertes y frecuentes. Y al escucharla, cada vez mis ganas aumentaban más, a pesar de mi cansancio.
No podía parar.
Mis embestidas eran cada vez más brutales, más rápidas y continuas.
Y sus gemidos, cada vez más devastadores.
No podía más, algo iba a estallar dentro de mi, la deseaba demasiado.

(Más tarde probablemente suba otro)

La casualidad, JulrightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora