Julia se sentó conmigo en cama.
Llevabámos un rato hablando y ya todo estaba bien entre nosotros.Poco después, nos unimos a una conversación con Alfonso, María y Miki.
El primero estaba mal, porque decía que se iba a ir.- Que si me voy nadie podrá echarse mis pedos de cebolla.- decía.
Reí ante su ocurrencia. Recordé el momento terrible de ese pedo que se echó y mis náuseas, ese chico era tremendo.
- Que no Alfonso, que seguro que le flipas a la gente, joder. -respondía María.
- Vaya quien se vaya no va a pasar nada. -continuaba Miki.- Al final nos vamos todos, y estaremos juntos.
Alfonso suspiró y se tumbó en cama, y el resto de los concursantes lo imitaron.
En ese momento miré a los ojos a Julia.
Me di cuenta de que esto era un concurso y, de que probablemente yo me fuera antes que ella. Y la iba a echar de menos.- ¿Que vas a hacer cuándo me vaya?
- A lo mejor me voy yo antes.- contestó.
Sonreí ante su ocurrencia. No sabía si estaba finjiendo, o si no se daba cuenta del talento que tenía.
- Da igual...- respondí. - dime.
- Celebrarlo supongo.- soltó sarcásticamente.
La empujé despacio.
- Te echaría mucho de menos.- dijo en un tono más bajito para después regalarme un beso en los labios.
- Yo también...
- ¿Y qué harías tú?- preguntó cambiando de tema.
- ¿Si te vas antes?
Asintió
- Pondré en bucle todos los días "Mi historia entre tus dedos", o "La Casualidad" si algún día de estos me dejas grabarla en mi móvil.
Empezó a sonreír.
- ¿Por qué eres un bebé?- me preguntó aún con su sonrisa en la cara.
- No. En verdad, comeré toda la comida que habrías comido tú, más la mía.
- Ahora eres un gordo.
- Anda ya, gordo ni gordo. Mira que tipín. - Añadí tras levantarme la camiseta.
- Eres un gordi.
La miré pícaramente y empecé a hacerle cosquillas.
Ella, al principio, intentó ocultar su risa, pero pronto estalló en una de esas carcajadas que tanto me gustaban.Todo el resto de personas del cuarto, que ya estaban durmiendo, se despertaron y nos mandaron callar.
Entonces nos tumbamos en la cama, mirándonos a los ojos y empezamos a hablar en un tono mucho más bajo.
- Te quiero. -dijo ella, casi inaudiblemente.
- Y yo.- Le correspondí.
Nos besamos en los labios en repetidas ocasiones y nos quedamos dormidos en un abrazo.
El último pensamiento que se me vino a la cabeza antes de dormirme por fin, fue que tenía que pedirle condones a Noemí.
Me encantaba estar bien con ella. Me encantaba ella.
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