Esa mañana me había despertado pronto. Eran las 6:00, pero no había pegado ojo en toda la noche después de lo ocurrido.
No sabía si lo que decía Julia era verdad, y si lo era, eso lo cambiaría todo.Fui a la sala de ensayo y comencé a hacer deporte.
Los jueves nunca hacíamos ejercicio por la mañana y a mi me encantaba. Echaba de menos el gimnasio. Si es cierto que aquí teníamos deporte, pero nada en comparación con lo que yo hacía.
Mientras estiraba, recordé que pronto teníamos el respaso de Gala, tenía muchas ganas de ver como lo habíamos hecho.
La actuación, al final, no me había salido tan mal.Una hora más tarde, fui a ducharme. Eran las 7:09 ya, y dentro de una hora todos despertarían.
Pensé de nuevo en Julia, a la pobre le costaría mucho levantarse con esa resaca.Dejé que el agua resbalara por mi cuerpo, eso me relajaba, a pesar de que seguía tenso por lo que había pasado la noche anterior.
Al salir de la ducha fui a coger mi ropa. Alba estaba fuera ya.- ¿Qué haces ya despierto?- me preguntó.
- No he dormido muy bien. -admití.
- ¿Y eso?
- No lo sé. La resaca me habrá afectado de una forma distinta.
Se empezó a reír.
- Puta María, es la reina.- dijo y continuó preguntando - ¿Cuánto llevas despierto?
- No mucho.- mentí.
- Yo me he despertado hace un cuarto de hora y ya te estabas duchando. -informó ella.
- Si, era para despejarme.
- Bueno, te voy a imitar y me iré a duchar. Chao.
- Chao. - respondí mientras Alba se estaba llendo ya con una toalla enorme en sus brazos.
Me puse un pantalón de deporte y una sudadera gris, poco iba a tardar el desayuno y los dormilones en despertarse.
Entonces, se abrió la puerta de la habitación.
Julia, desaliñada y con los ojos entreabiertos, me miraba, como podía, desde el pasillo.- Hola.- dijo. - ¡Qué dolor de cabeza!
- No me extraña. -reí- ¿Te acuerdas de algo?
- Si...- me miró avergonzada y prosiguió.- lo siento.- dijo tras un enorme suspiro.
- No pasa nada, pero vamos a tener que hablar de esto, locuelilla.- le respondí mientras le removía el pelo.
- Si, pero ahora no porfa.- pidió mientras me apartaba la mano.- Me duele muchísimo la cabeza.
Me reí.
Nos fundimos en un pequeño abrazo que, lejos de ser cómodo, me subió mucho la moral.- Suerte aguantando el día. -dije.
- Suerte a ti, que me vas a ver cantar y te vas a desmayar de lo bien que lo hago.
- O tú con mi voz.
- Seguro.- contestó irónicamente.
Y tras esto, sonó el timbre y las cámaras empezaron a grabarnos.
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La casualidad, Julright
Fiksi PenggemarNo había alternativa, teníamos que enamorarnos.