Abrí los ojos en la habitación de la que era mi nueva casa.
Era de día ya.
Solo Carlos estaba allí, a mi lado, esperando a que me despertara.Los recuerdos de la noche anterior empezaron a florecer en mi cabeza y me puse a llorar.
Él me abrazó todo lo fuerte que pudo y vi como una lágrima se resbalaba por su mejilla al separarnos.
Volvió a abrazarme.- No pasa nada, Julia.- susurró.- Estoy contigo.
Intentó relajarme.
No sé cuánto tiempo estuvimos así, pero sé que no fue poco hasta que conseguí estar más tranquila.- Tengo que irme de aquí. -le dije.
- No Julia, por favor.- respondió. - Yo sé que tú puedes.
- Carlos... -intenté hablar sin llorar. - Cada vez... cada vez que vea ese sofá voy a ... a acordarme de ese momento. - le conté y empecé a llorar de nuevo.
Tuvo que estar bastante rato conmigo hasta que volví a relajarme.
Estuvimos en silencio, abrazados, sin decir absolutamente nada durante un rato largo, pero él no se apartó de mi lado ni un segundo.- Eres muy fuerte. -susurró en un momento rompiendo el silencio.
Pero al ver que no respondía, siguió a mi lado callado.- ¿Cómo denuncio esto? - le pregunté.- no quiero que le pase a nadie más. - afirmé y otra lágrima silenciosa salió de mi ojo.
Él me la limpió y me dijo que tenía que hablar con Noemí. Le dije que la llamara y poco tardó en llegar a la habitación.
Al darle un abrazo a ella, volví a sollozar. Era como una madre allí dentro, y un abrazo de madre era lo que más necesitaba.
- Tranquila, vamos a denunciarlo.- dijo en bajito.
Seguí llorando un rato hasta que, de nuevo, lograron mi calma.
- Noemí, tengo que irme de este sitio.