62. Clave

227 27 8
                                    





Mi cuerpo suda de nerviosismo, mis pensamientos luchan entre sí dentro de mi mente mientras que mi corazón late fuerte porque tengo miedo.

¿Qué he hecho? Pregunta mi lado "conciente" que con el pasar de los minutos se vuelve tan sólo un poco más presente. Pero esta parte de mí no es que se esté lamentando de la locura en la que he caido, no se arrepiente como se supone, esta parte de mi se lamenta por la consecuencias, a lo que irá a pasar cuando mi manos dejen de acariciar su cabello, cuando me quedé dormido y él se vaya a su habitación.

Sin embargo toda la ansiedad se va al ver su rostro calmo y ni siquiera puedo pensar en ningún tipo de remordimiento por parte  de él yo que estaba enojado y maldecia a medio mundo.

Porque su efímera calma me alegra.

Volví a besar cada parte que pude, volví a aprovechar cada momento e intenté que mi calor llegará a su cuerpo, conduje sus pasos, sostuve su mano, lo traje hasta mi cama y hablé, hablé de cualquier estupidez, no le dejé pensar en  lo que pasaba, no me deje a mí "reaccionar".

Y no me arrepiento  apesar de sentirme cuerdo.

Él me sostuvo muchas veces ahora es mi turno.

«— Murdoc... –susurré luego de tocar su ropa mojada– podríamos resfriarnos.

— Tienes razón –se separa de mí segundos después, sentándose al otro lado de la tina.

Mi mirada de él viaja hacia el espejo y no puedo evitar reírme al vernos a ambos reflejados.

— ¿Qué es tan divertido?.

— Somos un desastre –rio mientras veo como su comisura se eleva tan sólo un poco y no dice nada, se queda en silencio como lo ha estado estos últimos minutos– perdón no me fijé que la llave de la ducha estaba ahí. Hasta mis zapatillas se mojaron –me quejo y espero por una reacción.

Al ver que no dirá nada me pongo de pie y  piso las baldosas del baño con cuidado.

— Vamos a casa –me atrevo a hablar.

El silencio sigue alargandose y yo no le dejó crecer.

— Tenemos que cambiarnos –estiro mi mano hacía él, pero Murdoc no la toma, quedándose en el mismo lugar.

— No –susurra y mi mano de apoco baja– ve solo.

— ¿Y qué pasa contigo?.

— No tienes porqué preocuparte por mí ¿Ya acabamos no? Puedes irte.

No, yo no estoy aquí por eso, pensé que se había dado cuenta.

— Murdoc...

— Stu ya acabó –recuerda pero no puedo ni entristecerme porque sus palabras son tan superficiales, tan falsas, que lo único que hacen es confirmar mis sospechas y preocuparme.

¿Acabar? Yo no he acabado lo que quería.

— Mudz vamos a casa.

— 2-D debes irte –dice sin siquiera atreverse a verme–irte y no volver, si algún día llego a ti diciendo estupideces como hoy, no me tomes en cuenta.

— Murdoc –me acerco pero no alcanzó a llegar a su lado al escuchar su voz.

— Vete –pide, pero yo ya lo decidí incluso antes de darme cuenta, no voy a dejarlo.

ConfidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora