65. De Cenizas pt1

210 21 12
                                    



He pensado tanto, quizás demasiado. La necesidad de buscar otra salida ha tenido a mi cabeza ocupada desatando líos.

Pedir que sea consciente de lo que mis dedos tocan en el teclado es pedir demasiado, pero sólo unas cuántas personas saben de esto, solo una en realidad, y entre ellas no están los músicos que ahora mismo me ven de vez en cuando con molestia mientras intentan seguir el nulo ritmo de mi melodía.

— Bueno terminemos por hoy, mañana volveremos a practicar desde el principio –dice Damon con tratando de elevar sus comisuras en una sonrisa.

He estado tres días apenas siendo consciente de mis acciones.

— Damon –le llamo cuando la gente comienza a dispersarse entre murmullos– quiero hablar contigo.

Pero eso no significa que no sea consciente de los demás.

— ¿Qué pasa? –pregunta cuando llega a mí lado.

— Estoy retrasando los ensayos –concluyo diciendo lo obvio y lo que nadie se atreve a decir aún, pero es la verdad.

Tres días y apenas hemos avanzado, entre “descansos para despejar la mente” o mil repeticiones del mismo estribillo.

— No digas eso 2-D, aún tenemos tiempo-.

— No –le interrumpo– estoy retrasando a todos, creo que es mejor que tú toques el teclado –digo directo y al ver su negativa sigo hablando– o al menos por un tiempo.

— Pero 2-D, tú compusiste todas esa melodías, y estabas ansioso por tocarlas.

— Y lo haré, pero por ahora hazlo tú, no quiero seguir retrasandolos. Además tampoco quiero ganarme el odio de todos –digo cruzando los brazos viendo algunas miradas sobre nosotros.

— Está bien –acepta luego de un sonoro suspiro y juraría que escuche a más de alguien suspirar luego de su respuesta– y ellos  no te odian.

— Mmm claro –susurro con mohin mientras veo algunas caras sonrientes.

— Ah pero si yo voy a tocar, tú vas a descansar –agrega con su dedo en mi pecho.

Siento la mirada de alguien más pero está vez no hago caso, no tengo que hacerlo.

— Esta bien –acepto elevando levemente mis comisuras.

— Y a eso me refiero a que no vengas a las prácticas hasta que te sientas mejor –aclara y mi sonrisa desparece.

Intento no mirar, pero siempre me ha sido difícil ignorarlo.

Mis ojos instintivamente van a la persona a unos metros de distancia tocando el bajo.

Tan concentrado, que casi me engaña, casi.

— Si empeora su situación voy a avisarte –susurra cuando sigue lo que mis ojos ven, cuando ve lo que me impide aceptar su propuesta.

Este es el único lugar donde puedo ver a Murdoc en el día, sino vengo no hay manera de que lo vea... Aunque de todas maneras que lo vea o no, no hace gran diferencia, no hablamos, aunque compartamos el mismo espacio pareciera como si el otro no estuviera, al menos para Murdoc.

— Gracias –sonrío de verdad aliviado.

Mi mirada vuelve al suelo pero irremediablemente regresa a su magnetismo.

Aunque solo sea una vez en la que estamos cerca intento aprovecharla al máximo. Ver su ánimo, su estado, verlo a él.

Siento una palmada en mi espalda como despedida y ni siquiera eso me saca de esta especie de hipnosis.

ConfidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora