"Vámonos ya Valentina, vamos a llegar tarde! Siempre lo mismo contigo” dijo una voz masculina, de muy mala manera y mientras aguardaba impacientemente en la puerta de la habitación.
“Tranquilízate Lucho, ya salgo. Y háblame bien, ¿si?” Dijo la voz femenina desde el baño de su alcoba.
La realidad es que nunca nada en la relación de esos dos había sido fácil. Se conocían desde pequeños, desde el secundario, y atravesaron todas las etapas que una relación tóxica puede atravesar. Incluso Valentina puso fin a su relación cuando se fue a la Universidad en Estados Unidos, lo cual ayudó muchísimo, no sólo a su paz mental pero también a que ambos maduraran.
Cuando volvió, ya graduada de médica y pronta a realizar su residencia en neurocirugía en el mejor hospital del DF, Lucho intentó de todas las maneras posibles recuperarla. Al principio le demostró que sí había logrado superar muchas de sus inseguridades y vaivenes emocionales. Pero Valentina comenzaba tristemente a darse cuenta de que los rasgos fundamentales del viejo Lucho seguian ahí, intactos.
Y para complicarlo todo Lucho estaba trabajando en una de las empresas de su familia, incluso antes de finalizar la universidad. Era tan respetado dentro de su profesión que había en muy poco tiempo logrado ascender múltiples escalones en la compañía. Era extremadamente dedicado a su trabajo y tenía muy bien merecidos sus ascensos, y si bien eso era algo que Valentina no podía negar ni tampoco veía con malos ojos, muchas personas en la empresa aún lo miraban con desdén porque creían que todo lo que había conseguido se debía a su relación con Valentina. Y que hubieran vuelto no ayudó mucho a esa causa, lo cual lo tenía completamente nervioso y constantemente al límite de su temperamento.
La realidad era que Valentina siempre fue y siempre sería la niña mimada de su padre, León Carvajal, uno de los cinco hombres más ricos y con mejor prestigio de México. La verdad es que León no había comenzado desde cero, pues su propio padre tenía una buena posición, pero fue él solito quien llevó el diario de su padre a convertirse en un conglomerado de medios, para posteriormente dar el salto y convertirse en el Grupo Carvajal, un conglomerado industrial. Su padre empleaba directa o indirectamente a cientos de miles de personas, y era considerado uno de los hombres con mayor poder y carisma del país. Todo el mundo quería caerle en gracia a Don León, y sin embargo él era uno de los hombres más sencillos que Valentina conocía lo cual la llenaba aún más de orgullo por su padre.
La realidad era que León siempre había trabajado duro y durante mucho más tiempo del que un padre de tres niños debería hacer. Sus hermanos, Evangelina y Guillermo, nunca se lo recriminaron pero a pesar de todo de ellos siempre se esperó más. Eva, especialmente por ser la primogénita, estaba destinada a reinar en el lugar de su padre cuando él ya no estuviera vivo, por lo que trabajaba a la par de León e idéntica cantidad de horas que León lo cual en más de una oportunidad generaba roces entre ellos. Pero nada que alguna discusión acalorada no resolviera, después de todo eran padre e hija y siempre supieron que ante todo el amor que se tenían terminaba primando. La realidad es que Eva fue la que más sacrificó de todos, al abandonar su sueño de estudiar Historia del Arte en una de las mejores universidades de Europa y asentir a los deseos de su padre, lo cual no sólo implicó cambiar de profesión a Administración de Empresas, sino también quedarse en el DF y comenzar a trabajar con su padre desde muy chica.
El siguiente en la línea sucesoria era Guillermo Carvajal, el más cercano en edad a Valentina pues se llevaban 5 años de diferencia -y 10 con Eva lo cual dificultó aún más su relación con Valentina-, pero también era más cercano a ella en cuanto a carácter. Todo el mundo decía, incluída su madre, que ellos dos habían sacado el carácter apacible y tranquilo de su madre mientras que Eva el temperamento fuerte y obstinado de León. Sin embargo Guillermo, o Guille como lo llamaba Valentina, no pudo escapar al mandato familiar por ser el único varón en su caso. Su padre lo convenció, quizás utilizando tácticas más diplomáticas que las que usó con Eva, de estudiar Abogacía y convertirse en el representante legal de su imperio lo cual demandaba absolutamente todo su tiempo. Era el soltero más codiciado de todo México, pero a Guille no le importaba demasiado ese título ni que toda la prensa amarilla del país le pisara constantemente los talones. La realidad era que no tenía ni tiempo ni energía para nada más que no fuera su trabajo e intentar llegar a cubrir las expectativas que tanto su padre como la junta directiva tenían de él.
Lo cual dejaba a Valentina en la extraña posición de ser la más pequeña, la princesa de papá, y León la trató siempre como tal. Quizás Valentina tuvo el beneficio que sus hermanos nunca tuvieron porque su madre se encargó de resguardarla lo suficiente de León y sus mandatos. Pero la realidad es que a los ojos de su padre esa niña no podía hacer nada mal, prácticamente caminaba sobre el agua, y si bien nunca fue una muchacha de generar mucho caos alrededor suyo como otros hijos de familias ricas sí lo hacían, Valentina se desmoronó cuando su madre murió de cáncer.
Esa chispa de luz y electricidad en sus hermosos ojos azul cielo habían desaparecido de forma permanente, ya no era la misma niña que llevaba su corazón en sus ojos y en su sonrisa y que con su calidez podía iluminar a cuanta habitación entraba. Si bien la muerte de su madre afectó a toda la familia, incluso a los empleados de la mansión Carvajal quienes eran parte de la familia también, Valentina y León se llevaron la peor parte. Uno pudo superarlo, ciertamente luego de mucho tiempo, pero la niña nunca volvió a ser ella. Era como si una nube cubriera permanentemente su cabeza y la acompañara a todas partes. Por supuesto que León intentó todo, incluso enviarla a un internado en Canadá por un par de años, pero pronto se dió cuenta de que la muerte de su esposa tristemente era uno de esos acontecimientos que te marcan para toda la vida, y que su niña ya nunca volvería a ser la misma. El dolor y la tristeza de haber perdido a su mamá se habían integrado de forma permanente al ADN de su psique y eso no iba a cambiar, no importaba cuántos psicólogos, psiquiatras, pastillas o terapias ella hiciera.
La muerte de su madre también acercó mucho a Valentina y León y al ver a la luz de sus ojos en ese estado juró que siempre protegería a la niña de todo y de todos, incluso de él mismo. Por eso su alegría no cabía en su corazón cuando Valentina anunció que seguiría sus estudios en Harvard para convertirse en médica y fue aceptado por él de muy buena gana. Fue la única de los tres hermanos que pudo no continuar con el mandato familiar y vivir para contarlo, lo cual hizo muy felíz a sus otros hermanos al contrario de lo que todo el mundo pensaría. Tanto Eva como Guille sabían que ella no tenía el material que se necesitaba para sobrevivir en el mundo corporativo y siempre habían temido por su pequeña hermanita. Valentina no era sólo consentida por su padre, todos los que habitaban esa casa se ocupaban también de hacerlo.
“Te espero en el auto” gritó Lucho, ya con su paciencia colmada y decidiendo que sería mejor irse antes de que Valentina sacara, una vez más, lo peor de él.
Valentina decidió no inmutarse por el nuevo arranque de su novio, ciertamente ella sabía que esta nueva fase de su relación con Lucho terminó siendo igual de tóxica que la anterior y que más tarde o más temprano iba a volver a romper con él. Sólo que aún no tenía la energía, graduarse y el estrés de ingresar al hospital habían requerido de toda su atención por lo que realmente apenas si tenía tiempo para comer y dormir, mucho menos para dedicarle tiempo a Lucho.
Tampoco y es que me haga sentir fuegos artificiales, no lo hizo antes qué me hizo pensar que ahora sería distinto… Valentina meditó en su cabeza, una vez más sin realmente entender esa frase ya que nunca nadie le había hecho sentir “fuegos artificiales”. ¿Cómo sabría qué sentir si no tenía nada a qué compararlo?
Se sonrió de la capacidad que tenía para perderse en los confines de su propia cabeza mientras terminaba de poner los últimos retoques a su maquillaje. Perfecto! Culminó felíz con el resultado obtenido, pensando que podría verse aún mejor pero dada la cantidad de horas que trabajaba -y la falta de sueño y descanso que eso implicaba- con parecer medianamente humana le bastaba. Por supuesto que primero el infierno se congelaría antes de que Valentina Carvajal no se viera como la perfecta diosa que era. La belleza natural no necesita demasiado esfuerzo y ciertamente ella poseía la suficiente belleza como para durarle dos vidas.
Salió de su baño apagando las luces, agarró su pequeño bolso de mano y su abrigo. Chequeó su celular y se apresuró al constatar que su prontamente ex-novio algo de razón tenía, pero no llegarían tan tarde tampoco.
Después de todo el restaurante del reconocido chef Enrique Olivera, donde celebrarían el cumpleaños número 60 de León, no estaba tan lejos de la mansión Carvajal.

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Yellow
FanfictionHola!! Esta es una historia pensada para usar los personajes de Amar a Muerte pero en un contexto completamente diferente, algo así como una versión mezclada y adaptada de Amar a Muerte y la película ¿Conoces a Joe Black? Espero que les guste! Si bi...