Capítulo 32 - No eres tú... soy yo...

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Juliana continuó su camino a la tienda de instrumentos musicales donde seguramente la esperaría María. Sabía que las cosas con Valentina habían quedado tantito raras, pero tampoco entendía muy bien el porqué. La cocinera pudo ver y prácticamente palpar el descontento en el hermoso rostro de la rubia, pero podía jurar por su vida que el motivo aún la eludía.

Ay morrita, morrita… que voy a hacer contigo... Pensaba en la mujer más hermosa del planeta sonriendo. Juliana sabía exactamente qué quería hacer con Valentina, tenía una lista gigante de cosas que quería hacer con la muchacha. Pero si ella aún no había podido verbalizar lo que sentía eso sería por algún motivo. O por varios motivos. Y si Juliana estaba segura de algo era de que no la presionaría por nada del mundo, pues lo que menos quería la cocinera era perder lo único bueno que le había sucedido en toda su vida.

Finalmente llegó a destino pues unas pocas cuadras separaban el apartamento de Valentina de la tienda en cuestión. Como lo suponía, María estaba en el mostrador con la sonrisa que la caracterizaba. La neta era que la niña le había escrito en varias oportunidades invitándole a ir por un café, pero Juliana siempre debía declinar las invitaciones por trabajo, estudio o Valentina. La realidad era que la cocinera no disponía de mucho tiempo libre y ahora que Valentina estaba en su vida pues no iba a dejar pasar las  oportunidades que tuviera de compartir tiempo con ella.

“Buen día Juli!” Exclamó súper entusiasmada la muchacha dando la vuelta al mostrador para recibir a la morena con un beso en la mejilla.

“Buen día María” Contestó Juliana bastante sorprendida por ese gesto pero sin querer sonar descortés.

“Asumo que vienes por las hojas” Sonrió tiernamente María.

“Asumes correctamente” Sonrió brevemente Juliana.

“Órale!” Contestó volviendo a la parte trasera del mostrador y agachándose para buscar las benditas hojas pentagramadas. “Aquí están…” Finalmente las encontró y las depositó entre medio de ambas.

“Pues muchas gracias María!” Los ojos de Juliana se iluminaron cuando las vio. “Oye, tienes más? Pues debo devolverte las que me prestaste el otro día” Concluyó la cocinera cuando las contó.

“Mira… en lugar de devolverme las hojas… porqué mejor no me las canjeas por un café? Tienes un rato ahorita? Justo enfrente hay una cafetería… es muy buena y pensé que quizás podamos ir?” María hablaba a mil por hora y si bien la invitación tomó por sorpresa a Juliana la vendedora parecía una buena chica por lo que luego de unos segundos de pensarlo simplemente asintió. “Órale! Déjame avisarle a mi compañero para que me cubra tantito y ya regreso” Agregó más que feliz la niña.

Valentina llegó al hospital con los segundos contados para cambiarse y salir corriendo hacia donde comenzarían las rondas. Eran verdaderamente pocas las cuadras que separaban su nuevo hogar del hospital y en todo ese corto trayecto en su coche no había logrado quitarse de su cabeza la imagen de Juliana alejándose de ella.

Por supuesto que estaba celosa de la molesta vendedora de la tienda, le bastó con verla una sola vez para darse cuenta de qué intenciones tenía con su cocinera. Y cómo culparla, pues la morena era hermosa, inteligente, cálida, ocurrente y cientos de adjetivos más. Y también besaba como nadie más en el planeta. Y olía como nadie más en el planeta. Y sonreía como nadie más en el planeta. Y no había nadie más como ella en el planeta.

Maldita sea Valentina! Ella ahorita está con Ma-rí-a… y tú… pues tú la tenías entre tus sábanas hace no mucho tiempo y no fuiste capaz de decirle todo lo que te pasa con ella… o sea, ya!

Valentina llegó a la habitación por donde usualmente comenzaban las rondas justo a tiempo pues estaban empezando. Si bien aún se le notaba el mal humor en su rostro por lo menos su trabajo la obligaría a pensar en algo más que en su cocinera compartiendo tiempo con esa niña, al menos por un rato.

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