Indispensable Peligro ♧finalizada♧

♧ Capítulo 29: Adiós, El dolor más grande.

Alguna vez has sentido, cuando crees estar haciendo todo bien, ese pequeño obstáculo que destruyó tus planes por completo, se convierte en una punzada que repercute en todo tu cuerpo, tu cabeza te duele, el corazón se retrae, se te anuda en el cuello y el estómago se te aprieta. A mi me ha pasado cuando estoy enamorada y ocurre algo que te hace caer bruscamente de la sensación de flotar que es el amor. O cuando leí la noticia de la muerte de Ace. Solo que esta vez fue peor que todas las anteriores. Por mucho. Un leve movimiento en falso causó el desastre más grande.

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.-Toma.- le alcancé.- Te esperaré lo que sea necesario, vuelve por mi. Y cuida de la Pasqui pirata...
Me giré para devolverme al barco pero en ese instante todo ocurrió en menos de un segundo. Como si me hubiera escuchado, la Pascal apareció, se acarició entre mis piernas, maulló con más cariño del habitual. Zoro tomaba sus katanas ágilmente para lanzarse contra toda probabilidad de ganar hacia Kidd, entonces, cuando la Pasqui dejó de refregarse contra mi, agarró la bolita que se me cayó del bolsillo cuando saqué la vivre card y se fue rapidamente.
Kidd no se quedó atrás con sus reflejos, así que con todas sus armas dirigidas a Zoro se preparó para disparar, Zoro ya se estaba cubriendo con sus tres katanas en movimientos más rápidos que la mismísima luz, pero una pequeña y peluda gatita se le adelantó.
.-¡Pascal!... ¡No!.- Alcancé a penas a gritar desesperada con la voz más quebrada y ahogada que mi cuerpo me dejaba soltar.
Saltó con todas sus ganas desde el puerto hacia el barco de Kidd y se interpuso en aquellos disparos con la bolita en su boca.
La explosión que provocó desató una ola en el mar gigante al rededor, hundió no solo la tripulación completa de kidd y su aliado, si no que algunos barcos que todavía quedaban de Bigmom, el cielo se tiñó casi por completo de naranjo debido al impacto, los escombros volaban y llegaban hasta donde estaba Zoro que ágilmente se puso enfrente para amortiguar la onda de explosión.
Nos conocía tan bien a los tres que fue capaz de poco menos leer el futuro. Sabia que por el amor que sentía, yo me entregaría, que Zoro y su terquedad no me dejarían hacerlo así que lucharía, y que Kidd no se resistiría a dispararle a mi actual novio y enemigo por naturaleza. Era más inteligente y equilibrada que cualquiera, por eso fue capaz de ver la situación y actuar para aprovecharse de la misma. Una bolita explosiva, la tomó y corrió más veloz que nunca. Me quedé ahí. En mis rodillas porque las piernas me sedieron ante el dolor insoportable. Pensando en lo inteligente que era ella y lo estúpida que fui yo. Pensando en que la había perdido por venir aquí a la guerra a ayudar a mis nakamas ¿y si la hubiera dejado en el hotel? ¿Porque la tuve que arriesgar a ella también? No podía ni si quiera contener las lágrimas, pero tampoco podía llorar con todas mis fuerzas. Estaba helada. Petrificada de puro y absoluto dolor. La perdí. Perdí al amor de mi vida. Me quedé mirando el mar, aquel que me dio mis más grandes alegrías y que ahora me estaba quitando la más grande de ellas. Pascal. Pascal. Pascal. ¿Por qué? Tonta. Tonta. Soy muy tonta. Debería haberla dejado. Por qué la traje.
.-Nima...- insistía Zoro que hasta ahora no le había contestado. Su voz parecía demasiado lejana, solo escuchaba mis pensamientos y los ronroneos que dejó en mis piernas antes de irse.- Ella... -
Miré a Zoro con los ojos vidriosos. No encontraba consuelo alguno. Él ni si quiera sabía que decirme. No había nada que pudiera quitarme los pensamientos.- No fue tu culpa.- comenzó a decir, yo no podía moverme todavía.- Sí, lo hizo por ti. Pero no es tu culpa.- Se inclinó frente a mí, y con sus manos tomó mi rostro, yo estaba en blanco, ¿qué se supone que debería hacer ahora? No puedo seguir sin ella...- Te vio sufrir mucho para permitir dejarte ir con él una vez más. Así que por eso mismo, deberías hacerle justicia a la decisión de esa increíble felina y no sufrir más. Porque ella así lo quiso.- Luego me abrazó. Pero no sentía alivio. El dolor aumentaba con el tiempo. Cada vez se hacía más real su ausencia, en cada segundo se disminuía la esperanza de que fuese un mal sueño o que apareciera milagrosamente en el agua. Se había ido. Ya no sentiría sus ronroneos en mis piernas, ni sus maullidos ni sus patitas sobre mis hombros, y cuando empecé a recordar cada movimiento y cosa que había perdido y que no volvería a ver o sentir de mí gata, entonces reaccioné. Se había ido de verdad. Exploté desconsoladamente en los brazos de Zoro, las lágrimas saltaban incontrolables. Todo el dolor se estaba expresando, la respiración se me entrecortó con sollozos, el cuerpo me temblaba y cuando volvía a respirar forzadamente, botaba el aire a gritos ahogados en la polera de Zoro. Él solo me abrazaba y me apretaba con más fuerza cada que lo hacía. Mi gata. Mi pasqui se había ido para siempre.