El espectáculo debe continuar

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El código Shakespeare (parte 3)

-Gran error. Porque herirla solo me hace querer luchar-se acercó a la mujer intentando intimidarla.-Las carrionitas desaparecieron. ¿Adónde fueron?

-Los eternos encontraron la palabra correcta para enviarnos a la oscuridad-respondió mientras se iba acercando más a la ventana.

-Entonces, ¿cómo escapasteis?

-Palabras nuevas. Nuevas y brillantes. De una mente como no hay otra.

-Shakespeare-nombró el Doctor.

-Su hijo murió-contó mirando al caldero que hervía con un potaje azul, en el que se podía ver a Shakespeare en su momento de dolor.-La pena de un genio. Una pena desmedida. Suficiente locura para dejarnos entrar.

-¿A cuántas?-quiso saber el Señor del Tiempo desviando la mirada del caldero.

-Sólo a tres. Pero la obra de esta noche traerá al resto. Después, la raza humana será purgada como la peste. Y desde este mundo volveremos a dirigir el universo por los viejos caminos de la sangre y la magia.

El Doctor hizo un ruido pensativo arrascándose la oreja derecha, acercándose hasta quedar cara a cara con la carrionita.

-Una agenda muy apretada. Pero primero, tendréis que pasar sobre mí.

La mujer sonrió.

-Eso será un placer-dijo pasando la mano cerca del cabello de este.-Considerando que el enemigo tiene un aspecto tan atractivo-murmuró acariciando su pelo, sus bocas demasiado cercas.

-No. Ésa es una forma de magia que definitivamente no funcionará en mí-dijo asqueado.

-Ya veremos-se alejó tras coger un mechón de su cabello.

-¿Para qué es eso?¿Qué hiciste?-cuestionó extrañado.

-Un recuerdo-sonrió.

-¡Devuelvemélo!-gritó.

Alzó los brazos y salió volando por la ventana, lejos del Doctor, que la observó con la boca abierta.

-Eso es hacer trampa-sonó casi indignado.

-Contempla Doctor. Los hombres para las carrionitas no son nada más que títeres-mostró un títere de paja al que colocó su cabello.

-Ahora,-habló tenso el Señor del Tiempo,-tú lo llamas magia, yo lo llamo módulo de recopilación de ADN.

Detrás de ellos, Martha comenzó a despertar.

-¿De qué sirve ahora tu ciencia?-preguntó para después golpear el pecho del títere.

El Doctor gritó cayendo al suelo, y la carrionita rió con maldad desapareciendo en el cielo.

Martha corrió hacia él al instante, sin notar como Katherine parecía tener problemas para respirar.

-¡Oh, Dios mío, Doctor!-gritó arrodillandose a su lado.-Ya te tengo. No te preocupes, ya te tengo.

¡Allons-y mi querida Katherine! (10° Doctor y Oc)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora