"Eres tú..."

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-¡Oye, oye, espera, tu cambio!- escuché como Montgomery gritó a mis espaldas. Corría una cuadra tras otra, sintiéndome cada vez más agotada, pero no iba a parar hasta llegar a salvo a mi casa. Cuando llegué; cerré la puerta de un portazo y cubrí mis labios con ambas manos.
-Matt... no, tú no...- sollocé. Caminé a la sala y ahí me tiré de rodillas enfrente del sofá. No podía creer lo que estaba pasando. Había estado al borde de la muerte y ni siquiera lo sabía. ¿Cómo pude ser tan ilusa? Todo este tiempo me estuve interesando en un maldito asesino.

Me levanté del suelo, limpié mis lágrimas y volví a salir directa a la casa de la abuela de Matt. No tenía duda alguna, sabía que él era el culpable. Pero quería escucharlo de su propia boca.

-¡Oh, hola, muñequita!- dijo la señora Miroslava después de abrir la puerta.
-Buenos días, señora Miroslava. ¿Puedo pasar?- traté de sonreír y fingir demencia.
-Pero claro que sí, adelante...- abrió un poco más la puerta permitiéndome el paso. Entre, caminé unos pasos y me volví hacia ella.
-¿Usted tiene idea de dónde vive Matt?- pregunté yendo al grano. -Es urgente.- la señora Miroslava me miró preocupada.
-Sí, claro que sé, ¿pero qué es lo que pasa?, ¿Te hizo algo malo mi nieto?- preguntó con el entrecejo fruncido. ¿Acaso ella ya sabía algo?
-No, no, pero estoy un tanto preocupada por él... ahm... ¿creé que pueda darme su dirección?- me esforzaba al máximo por no llorar.
-Sí, te la anotaré enseguida...- la señora Miroslava regresó un par de minutos después con un pedazo de papel en la mano.
-No está muy lejos de aquí, pero te aconsejo que pidas un taxi. Cualquier taxista sabrá llevarte para allá.- explicó mientras me daba el papel con la dirección.
-Se lo agradezco mucho, señora Miroslava.- caminé a la salida. No quería perder más tiempo.
-Muñequita, espera...- me llamó. Me volví hacia ella confundida. -Ten mucho cuidado. Estoy segura de que mi nieto no anda en buenos pasos.- dijo con un rostro que sólo reflejaba angustia. Definitivamente la señora Miroslava sabía algo.
-Tendré cuidado, señora, no se preocupe...- respondí seria y salí de la casa dispuesta a tomar un taxi tal y como ella me lo había recomendado.

El camino fue de unos 15 minutos aproximadamente. Los 15 minutos más largos de mi puta vida, probablemente. El taxista me dejó justo enfrente del edificio de departamentos. Antes de entrar, empecé a formular la excusa que le diría al portero para que me dejara pasar, pero a los pocos segundos me percaté de que eso no sería necesario. El tipo estaba profundamente dormido, con un trozo de rosquilla de chocolate en su ropa y con la boca abierta, misma que producía un escandaloso ronquido. Pasé de puntitas por enfrente de él y subí las escaleras buscando el apartamento 8-14. Cuando lo encontré; me detuve justo enfrente de la puerta, saqué de mi mochila el atomizador de pimienta que mi padre me había conseguido y tomé una gran bocanada de aire cargada de valor que necesitaba en estos momentos. Oculté el atomizador en el bolsillo de mi sudadera y golpeé tres veces seguidas, llamando a la puerta. Ahora de verdad estaba muerta del miedo. Me arrepentí de no haberle escrito un mensaje a mi padre antes y decirle lo mucho que lo amaba. Porque ciertamente, ni siquiera sabía si saldría de ese departamento con vida. Pero no había marcha atrás.

La puerta se abrió y en la cara de Matt se reflejó una expresión de sorpresa debido a mi atrevimiento.

-¿Courtney?, ¿qué haces aquí?, ¿no deberías de estar en la escuela?- preguntó. A pesar de que ya sabía lo que era, no podía evitar sentir algo al ver esos bellos ojos verdes mirarme y escuchar esa masculina voz nombrarme. Tenía un pantalón deportivo negro, unos tenis deportivos del mismo color y el torso desnudo. Su piel brillaba levemente. Al parecer había llegado justo mientras él se ejercitaba. -¿Cómo supiste dónde vivía?- al parecer notó que estaba pérdida en él.
-Tu abuela me dio la dirección.- empujé la puerta, haciendo que esta se abriera más y pasé por debajo de su brazo apoyado en la misma.
-¿Y con qué derecho?- dijo irritado después de cerrar la puerta detrás de él.
-Eso no importa, tenía que venir a hablar contigo.- me puse del otro lado de su pequeña sala.
-¿Sobre qué? Te dije que teníamos que dejar de vernos, Courtney. Tú deberías de estar en la escuela ahora.- puso las manos en su cadera.
-¿Esa mierda a ti te importa?- pregunté molesta.
-Me importas tú.- mi rostro se relajó al escuchar eso último. Pero inmediatamente se puso a la defensiva de nuevo.
-No pude ir a la escuela porque...- abrí mi mochila y tomé la bolsita con hierba. -Fui a comprar hierba.- solté mi mochila en el suelo y sostuve la bolsita a la altura de mi rostro con mi dedo pulgar e índice, como si fuera alguna sustancia radioactiva. Los ojos de Matt se tornaron como platos.
-Courtney, ¿cuál es tu problema?, ¡tú me dijiste que no te drogabas!- se acercó e intentó arrebatar la hierba de mi mano. Misma que aparté antes de que la alcanzara.
-Tú también me dijiste que no te drogabas.- retrocedí.
-Y es verdad, no lo hago.- levantó ambos brazos.
-¿¡Entonces, dime por qué tienes contacto con un traficante de drogas!?- grité enfadada.
-¿De qué estás hablando?- preguntó tornándose serio y un tanto nervioso.
-¡De Montgomery O'Connor! ¡De eso hablo!- le aventé sobre su pecho la bosla con hierba.
-¿¡Qué!? ¿¡Le compraste a Montgomery!? Courtney, ¿acaso estás loca? ¡Ese tipo es peligroso!- me tomó por los brazos con ambas manos.
-¿¡Y tú no lo eres!?- mis ojos se humedecieron. Matt dejó de tocarme y parpadeó varias veces.
-No tengo idea de qué hablas.- dijo con la mirada en el suelo.
-¿Estás seguro de que no sabes de lo que hablo... Shadows?- se volvió hacia mí, reflejando en sus ojos que estaba muerto de los nervios.
-¿Dónde oíste ese nombre?- preguntó con un tono el doble de grave de lo normal.
-¡Eres tú!... ¡Tú eres el asesino!- estallé en llanto. Matt abrió sus labios intentando decir algo, pero lo único que hizo fue volver a mirar hacia abajo.
-Courtney, no sé de dónde sacas cosas tan incoherentes...- dijo en voz baja.
-¿Incoherentes?... ¿¡Crees que soy incoherente con lo que digo!? ¿¡Te parece que nada de esto tiene sentido!?- lo empujé. -¡Incoherente era tu actitud!, ¡Tu maldito cambio de humor repentino!- lo empujaba para atrás con cada oración. -¡Pero ahora ya todo tiene sentido!... ¿Cómo pudiste hacer eso?, ¿cómo pudiste matar a tantas personas inocentes?...- Matt sólo negaba con la cabeza. -¿Cómo pude confiar en ti?... ¿¡Cómo pude ser tan ilusa al pensar que de verdad estabas interesado en mí!?- sollocé. -¡Te di mi confianza, me entregué a ti! ¡Y tú lo único que querías era follarme para después asesinarme a sangre fría!- me sentía tan impotente.
-Courtney...- Matt me miró con pena y trató de alcanzar mi rostro con su mano derecha.
-¡No!- manoté aventando su mano lejos de mí. -¡Eres un maldito enfermo!- lo empujé con fuerza una última vez.
-Courtney, te juro que yo...- no lo dejé hablar.
-¡No quiero oírte ya!- grité. -Vine aquí para comprobar que lo que averigué era cierto. Quería escucharlo de tus propias palabras... pero ahora veo que eres tan cobarde...- dije mirándolo con repulsión. -No sé cómo pensé que lo harías...- negué con ma cabeza.
-Déjame que te explique, por favor...- intentó tomar mis manos.
-¡No vuelvas a tocarme en tu maldita vida!- grité desgarrándome la garganta.
-Courtney, puedes hacer lo que quieras con esa información; ir con la policía, decirle a tu padre... pero te suplico que me dejes explicarte las cosas.- imploró.
-No hay nada qué explicar. No hay justificación para toda la mierda que hiciste...- los ojos de Matt se llenaron de lágrimas. Pero estaba tan enfurecida, que no cedería. -Y no voy a decir nada... sólo... sólo aléjate de mí...- tomé mi mochila del suelo y recogí la bolsita de hierba del mismo.
-¡Courtney, no voy a dejar que te vayas hasta que dejes que te explique!- me tomó por la muñeca derecha.
-¡Suéltame!- forcejeé con él.
-¡No, no lo haré!- gritó desesperado. Me volví hacia el y di una fuerte bofetada en su mejilla. Él apretó sus ojos adolorido y sostuvo su mejilla con la mano derecha.
-¿Y qué vas a hacer?, ¿asesinarme?- pregunté altanera. Matt ni siquiera me miraba. Colgué mi mochila en mi hombro y abrí la puerta de su departamento.
-Courtney, espera...- corrió detrás de mí.
-¡Déjame en paz!- grité mientras bajaba a paso apresurado las escaleras.

Al salir del edificio, tomé el primer taxi que vi pasar y me subí a él.

-¡Courtney, vuelve!- escuchaba la voz de Matt atrás, pero no quise ni siquiera volverme para mirar. Estaba destrozada.

Llegué a mi casa, subí a mi habitación y tomé el florero con los girasoles que Matt me había obsequiado. Aún seguían preciosos, a pesar de que ya habían pasado más de un par de días. Pero estaba tan llena de rabia con él. Bajé hasta la cocina con ellos, vacíe el contenido en el fregadero y comencé a deshacer los girasoles con mis propias manos, sin dejar de sollozar ruidosamente. Hundí mi cara en el fregadero empapada en lágrimas, reconociendo que Matt era el único chico que de verdad me había interesado en toda mi vida. Y era un maldito asesino. Me deslicé lentamente hasta el suelo en donde al llegar, abracé mis rodillas y permanecí ahí hasta que mis ojos se hicharon y mi cabeza dolió.



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