Capítulo 15

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Conduzco por el viejo vecindario, ya no es lo que era antes, ahora se ve mucho más tranquilo hasta un tanto bonito. El terreno baldío sigue siendo algo aterrador pero las casas ya no parecen caerse a pedazos.

—¿Mami aquí viviremos? — pregunta mirando por la ventana.

—Si, no te preocupes la casa es linda — tal vez demasiado, no me gusta en absoluto y en cuanto la veo se me revuelve el estómago, la fachada es azul cielo con blanco no tiene nada en el jardín frontal y las casas de al lado parece que las construyeron dándonos distancia entre ellas. Gire el volante para estacionarme en donde antes lo hacía justo en la tierra. Miré por un momento la casa todo lo que viví ahí, todo lo que paso ya no tiene ningún lado bueno para mí.

—De acuerdo, cariño hemos llegado — apague el motor y abrí la puerta, en cuanto salgo me pongo la capucha de mi sudadera prefiero que por ahora nadie me mire.

Abrí la puerta de atrás y me metí para desabrochar todos los cinturones del asiento de Sebastián. Lo tome en brazos y también le pongo la capucha, prefiero que los vecinos piensen que somos asesinos a que se me acerquen a preguntar algo. Suspiró con pesadez mirando alrededor.

—Parece la casa de Arnold — dice emocionado señalándola con el dedo.

Genial, ahora mi casa se parece al lugar donde vive un monstruo verde con cuatro ojos, estupendo.

—Si, un poco, bueno abriremos y te quedarás adentro mientras mami baja las maletas de acuerdo.

Estire mi mano para meter la llave en la cerradura y girarla en cuanto se abre empujo la puerta, dios, todo está lleno de bolsas con polvo a más no poder.

—Rayos — murmuró — no pasa nada tú quédate de pie aquí mientras limpio un poco te parece.

—¿Tienes cosas para limpiar? — excelente pregunta sabía que tenía que salir siendo un sabelotodo.

No tengo escoba o un trapo tan siquiera, ahora tengo que salir al público. Baje a Sebastián para que se quede de pie y camine hasta la cocina, esta arreglada, tiene una pequeña mesa para cuatro personas que no se tambalea, un refrigerador color blanco pegado a la pared que tiene la barra con los cajones arriba y una estufa limpia casi brillante.


Busque con la mano el interruptor y agradezco que haya luz aquí todavía, aunque raro.

—De acuerdo, cariño iremos de compras — dije apagando la luz de nuevo.

—¿Ir de compras? — a veces se me olvida que no ha vivido nada de esto.

—Si, iremos a una tienda a comprar comida y otras cosas — dije tomándolo de la mano — además si te estas tranquilo te compraré un dulce ¿te gusta la idea?

Asiente con la cabeza emocionado. Ya una vez listo él en el auto abro la puerta del conductor, pero alguien está detrás mío me gire y veo a una mujer alta con la cara llena de bótox mirándome fijamente.

—¿Tú vives aquí? — preguntó agresivamente.

—¿Por qué? ¿Tiene algún problema? — solté del mismo modo.

–Si, su estúpido perro no deja dormir en toda la noche — me pone una mano en el hombro para empaparme un poco.

–Señora, me acabo de mudar hace diez minutos y mi perro murió hace años así que me iré porque tengo cosas que hacer y ninguna de ellas es lidiar con locas neuróticas que vienen a gritarme a mi casa — solté en su cara y entre al auto.

Se quedo de pie mirándonos cuando encendí el motor, por dios, empiezo a recordar porque no me gustaba vivir aquí. El supermercado está lleno a más no poder al parecer el verano es algo popular para todos, aunque nunca me ha gustado en realidad.

𝑬𝒍 𝑫𝒊𝒂𝒓𝒊𝒐 𝑫𝒆 𝑼𝒏𝒂 𝑹𝒆𝒊𝒏𝒂 𝒁𝒐𝒓𝒓𝒂 (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora