Capítulo 68

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Ryland :

Estaciono mi auto en la entrada y apago el motor para bajar, agarro las medicinas y mi bolsa y cierro la puerta del auto.

—¿Dónde está? — pregunta una voz chillona.

Me di la vuelta y veo a Diana mirándome con enojo. Una camioneta con gente de seguridad está cerca y empiezo a notar que no los reconocí.

—¿Qué? — pregunte.

Pone los ojos en blanco y camina hacia mi —Por favor, no te hagas la tonta que no te queda, sé perfectamente que mi esposo está ahí adentro y necesito que entres y lo saques porque quiero verlo.

—Diana, no sé de qué estás hablando. ¿El embarazo ya pudrió tus pocas neuronas?

Se coloca una mano en el vientre inflamado y me mira con desdén —No me engañas, yo no soy tonta, puede que me hayas engañado una vez, pero hoy no.

—Diana, no tengo idea de que hablas o de por qué estás aquí en mi propiedad, porque esto no le pertenece a tu esposito, es mío, es mi casa y la tierra sobre la que están tus zapatos caros y horrendos también es mía.

—Él me dijo que estaba con Sebastián porque estaba enfermo y necesito hablar con él urgentemente y no responde.

—Te lo digo de nuevo, él no está aquí, es demasiado imbécil como para preocuparse por alguien más que no sea el mismo. Esta mañana lo llame y le dije que su hijo estaba enfermo y lo único que me dijo fue que estaba ocupado y que no podía venir que me hiciera cargo sola.

Me mira debatiéndose entre creerme o no, pasa su mano derecha por su cabello y coloca un mechón rubio de nuevo a su peinado y la otra descansa sobre la tela rosa de su vestido suelto.

—Me dijo esta mañana al salir que vendría aquí a estar con su hijo.

—A mi hijo lo está cuidando mi novio mientras yo conseguía sus medicinas, su padre no está aquí, cuando lo llame yo escuche tacones y risa de mujer. Yo si fuera tú me preocuparía.

Se ríe, pero sin gracia —¿Intentas hacer que me ponga celosa? Tan bajo caes que quieres ocasionar una pelea conmigo sin sentido.

—Lo que no tiene sentido es que estés aquí, Diana. Vete a tu casa antes de que te pase algo y Coleman venga a reclamar, no tengo tiempo para él y mucho menos para ti.

Me acomode la bolsa en el hombro y escuche que hablo de nuevo —Se nota a kilómetros que no lo has superado.

—No me interesa saber de qué hablas así que solo me alejare.

—Intentas ocultar con todo eso y ese pobre chico que estas bien, cuando en realidad te hierve la sangre pensar que yo gane, yo me quede con Richard, y no puedes soportarlo.

Me detuve en seco y la risa salió disparada de mi boca mientras me giraba a verla. —Diana, por favor, no tengo idea de porque a la gente le encanta inventar cosas, yo no estoy enamorada de Richard, no estoy dolida, y no me quita el sueño el pensar que ustedes dos estén juntos. ¿Acaso no lo entiendes?

Se cruza de brazos y levanta la cara con orgullo —Según tú, ¿Qué no he entendido?

—Tú no ganaste nada, Diana. De las dos la que pierde es la que se queda con él, y yo perdí hace tiempo, pero hoy gane, y seguiré ganando mientras que tú seguirás jugando a la familia perfecta mientras pasas tu tiempo buscándolo con un niño detrás. Buena suerte, Diana, porque te juro que la vas a necesitar.

Vi como su cara palidecía mientras avanzaba, no dije nada malo, dije la verdad y si ella no quiere creerlo es su problema. Subí los escalones del pórtico y abrí la puerta de la casa, una vez dentro la cerré con seguro, baje las cortinas porque presiento que si alguien nos vio podría tener cámaras alrededor.

𝑬𝒍 𝑫𝒊𝒂𝒓𝒊𝒐 𝑫𝒆 𝑼𝒏𝒂 𝑹𝒆𝒊𝒏𝒂 𝒁𝒐𝒓𝒓𝒂 (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora