—Vayamos a la cama, cielo, es tu hora de dormir.
Me suelta y camina hasta la cama donde se sube de un salto le acomodó las almohadas al lado de su cama se encuentra un espacio y unas puertas de cristal que cerraremos antes de dormir.
—¿Puedes acostarte conmigo, mamá? — asiento y apago la luz del cuarto para que solo quede un poco iluminado con la lámpara que está en la mesita de noche.
Lo tapo con la colcha y enciendo el aire acondicionado para que esté cómodo, en cuanto me acerco a las enormes puertas de vidrio las cierro con pestillo y bajo las cortinas para que nadie al pasar nos vea. Termino todo eso y me acuesto a su lado en la cama.
—¿Estás cómodo? — le pregunto y se acurrucada a mi lado con la cabeza en mi pecho.
—¿Puedes contarme un cuento? — con la mano le acarició la espalda y luego le hago caricias en la cabeza.
—No sé, muchos cuentos, hijo. Solía leerlos, pero no memorizarlos.
—Mi abuelo dice que sabes cuentos — dice y maldigo a mi padre por mentir.
Haz memoria Ryland, asiento para mí y respire hondo
—Te contaré uno bien — suspire — cuenta una antigua leyenda que en una época de gran calor la gran montaña nevada perdió su manto de nieve, y con él toda su alegría. Sus riachuelos se secaban, sus pinos se morían, y la montaña se cubrió de una triste roca gris. — Lo escuche respirar lentamente pero aun así continuó con la historia —La Luna, entonces siempre llena y brillante, quiso ayudar a su buena amiga. Y como tenía mucho corazón, pero muy poco cerebro, no se le ocurrió otra cosa que hacer un agujero en su base y soplar suave, para que una pequeña parte del mágico polvo blanco que le daba su brillo cayera sobre la montaña en forma de nieve suave.
—Ajá — bosteza frotando sus ojos.
—Una vez abierto, nadie alcanzaba a tapar ese agujero. Pero a la Luna no le importó. Siguió soplando y, tras varias noches vaciándose perdió todo su polvo blanco. Sin él estaba tan vacía que parecía invisible, y las noches se volvieron completamente oscuras y tristes. La montaña, apenada, quiso devolver la nieve a su amiga. Pero, como era imposible hacer que nevase hacia arriba, se incendió por dentro hasta convertirse en un volcán. Su fuego transformó la nieve en un denso humo blanco que subió hasta la luna, rellenándola un poquito cada noche, hasta que esta se volvió a ver completamente redonda y brillante. Pero cuando la nieve se acabó, y con ella el humo, el agujero seguía abierto en la luna obligada de nuevo a compartir su magia hasta vaciarse por completo. — Le seguí acariciando el cabello hasta que sentí la brisa del aire acondicionado llevar hasta mí, me levanté un poco para ver que ya está dormido el baño además de las horas que paso en la piscina lo cansaron muchísimo.
Con cuidado me levanto y en vez de mi cuerpo le pongo una almohada para que abrace. Uso varias de las que hay en mi cama para ponerle alrededor del colchón por si acaso se mueve no se caiga. Voy al baño y veo la hora en el reloj que tiene son las nueve treintena cinco, mi celular suena en la mesa y salgo dispara para responder antes de que lo despierte.
—¿Qué?
—Vaya no sabía que estabas dormida — dice sorprendido.
—No, lo siento es que acabo de dormir a Sebastián y no quería que se despertará ¿sucede algo?
—Solo te iba a preguntar si querías venir aquí un rato para seguir charlando y eso, pero entiendo si no quieres dejarlo solo.
—¿Será mucho tiempo?
—No lo creo, te prometo regresarte temprano a la habitación por si acaso se despierta — me asegura
—Te veo en unos minutos — le cuelgo y miro de reojo a Sebastián que está profundamente dormido ya.
—No creo que sea mala idea irme solo un rato — entre al baño para apagar la luz y puse mi celular en mi bolsillo junto a la llave del cuarto, abro la puerta con mucho cuidado para no hacer ruido y la cierro despacio después de ponerle seguro. Una vez fuera veo el pasillo tranquilo y todo en si me acerco un poco al balcón, silencio total tal vez solo el ruido de los árboles moviéndose.
Para mi suerte la habitación de Erik está a una habitación de distancia de la mía así que no estaré muy lejos, puedo darle vueltas mientras estoy fuera. Camino tratando de no hacer ruido hasta que llegó a su puerta estiro la mano para golpearla con cuidado, pero antes de que lo logre se abre.
—Hola — me saluda sonriendo.
—Hola, ¿no puedes vivir sin mí? — lo molesto y se ríe.
—No, pero pasa no estaremos afuera — se hace a un lado y entro al cuarto en este solo hay una cama en lugar de dos, pero aquí tiene dos pequeños sillones individuales con una mesa de cristal al centro.
Cierra la puerta y me señala el sillón —¿Nos sentamos aquí? — asiente.
—No creo que quieras sentarte en el camastro — bromeo.
—Si quiero — le respondí — bueno, a mí me mencionaron algo de un trago.
—¿Quieres seguir con el tequila o prefieres cerveza?
—Que sea solo una cerveza no puedo regresar ebria con mi hijo — dije y me paso una botella — gracias.
Se sienta frente a mí con una en la mano y en la otra un encendedor con una cajetilla. Con razón las enormes ventanas que también tiene están abiertas sólo está cerrada la cortina.
—¿Quieres uno? — me pregunta.
—No, gracias, pero estoy bien
El ambiente entre los dos es algo frío, pero no incomodo solo que el silencio no es lo mismo que hace rato.
—¿Cada cuánto te ejercitas? — me pregunta soltando el humo.
—Empecé a ir al gimnasio hace unas semanas así que unas semanas exactamente — le digo segura.
—Debería de ir al tuyo si tan solo llevas unas semanas y estás así, dejas en la calle a mis cinco años en el gimnasio.
—¿Quieres que te diga que te ves bien? Porque sabes que el gimnasio o lo que sea que hagas te da esa apariencia.
—¿Qué clase de apariencia? – pregunta sonriendo.
—No lo sé, tal vez un Mel Gibson de los noventa solo que más alto y solo un poco más coqueto.
—¿Me estás comparando con Mel Gibson? — pregunta aguanto la risa.
—Siéntete halagado a mi dios Mel Gibson nadie se le parece, si yo lo viera en la calle le diría "señor Gibson ¿se casaría conmigo? — le informe — después de eso no le volverían a ver.
—¿En serio te gusta? es un anciano ya.
—No importa seria mi sugar daddy, tal vez a él le gusté mi traje de baño — solté divertida.
—Nadie jamás romperá un vaso de cristal en su mano por ti, te lo juro — dijo dándole una calada.
—Si, si ya lo creo. No olvida lo que dije tal vez no me iría con él porque sus últimas películas no me gustaron y necesito a alguien exitoso — me puse de pie y camine hacia él que miraba atento — pero quien sabe sigo algo confundida por el tequila así que no me hagas mucho caso.
Le quité de los labios el cigarro para llevarlo a los míos y darle una calada, ya sé que me había ofrecido uno, pero lo ajeno alguien me dijo que sabía mejor, ¿o no reina?
—¿Sebastián se la paso bien? — me pregunto poniéndose de pie también.
Suelto el humo y asiento con la cabeza — Se divirtió mucho en la piscina creo que con eso y la ducha tuvo para quedarse rendido — le di otra calada y cuando lo aparte me lo quitó.
—Ya lo creo, nunca había visto a un niño que le gustara tanto estar nadando. Un día conocerá el mar y se volverá loco por completo — me asegura sentándose en la cama — pero hablemos de otra cosa.
—¿De qué querías hablar? — pregunte sentándome a su lado en la orilla de la cama.
—Bueno no hemos podido terminar nuestra charla de hace rato sobre lo que planeas hacer ahora, aunque no voy a negar que la distracción por el tequila estuvo bien. Pero no me dejó pensar las cosas que quería decirte — confiesa dando una calada de nuevo.
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𝑬𝒍 𝑫𝒊𝒂𝒓𝒊𝒐 𝑫𝒆 𝑼𝒏𝒂 𝑹𝒆𝒊𝒏𝒂 𝒁𝒐𝒓𝒓𝒂 (Editando)
Teen Fiction𝐐𝐮𝐞𝐫𝐢𝐝𝐨 𝐃𝐢𝐚𝐫𝐢𝐨: ¿𝐀𝐥𝐠𝐮𝐧𝐚𝐬 𝐯𝐞𝐳 𝐥𝐥𝐞𝐠𝐚𝐬𝐭𝐞 𝐚 𝐬𝐞𝐧𝐭𝐢𝐫 𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐬𝐭𝐚𝐛𝐚𝐬 𝐞𝐧𝐚𝐦𝐨𝐫𝐚𝐝𝐨 𝐝𝐞 𝐚𝐥𝐠𝐮𝐢𝐞𝐧, 𝐩𝐞𝐫𝐨 𝐥𝐮𝐞𝐠𝐨 𝐭𝐞 𝐝𝐚𝐬 𝐜𝐮𝐞𝐧𝐭𝐚 𝐝𝐞 𝐪𝐮𝐞 𝐝𝐨𝐬 𝐩𝐞𝐫𝐬𝐨𝐧𝐚𝐬 𝐫𝐨𝐭𝐚𝐬 𝐧𝐨 𝐩𝐮�...