Capítulo 10

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—Quiero que escuches estas dos cosas, solo dos cosas que te diré — dije respirando hondo — empiezas a esforzarte para mantener este matrimonio dando todo lo que puedes o muy pronto llegará a tu escritorio un aviso de divorcio.

—¿Estás amenazándome?

—Jamás lo haría con algo así, pero estoy cansada de quererte y no recibir nada a cambio, siempre soy la mala del cuento en todo.

—Cariño, te amo y tú me amas, ¿por qué deberíamos separarnos?

—Porque ya no es lo mismo que antes hasta nuestro hijo se da cuenta que sus papás no se llevan bien, ¿no crees que es malo? Porque para mí no es algo bueno y te diré que te amo, pero extraño al viejo tú el que tenía tiempo para mi o con el que al menos podía mantener una conversación ¿no extrañas eso?

Niega con la cabeza — Yo no extraño el pasado prefiero las versiones de nosotros ahora.

—¿Infelices? — pregunte obvia — porque eso es lo que somos o al menos yo si lo soy.

Se queda mirándome con cierta duda en el rostro, pero no dice nada más.

—Si eres tan infeliz conmigo puedes irte no quiero arrastrarte a que vivas con alguien a quien no quieres solo porque si — exclamó ofendido.

—No quiero decir que tú no me hagas feliz solo que son más las peleas, discusiones y otras cosas que los momentos buenos eso desearía que se acabara, tal vez debamos asistir a una terapia de pareja o algo así.

—No voy a ir a un sitio donde me digan que es lo que debo hacer con mi esposa o no para que después se lo vendan a la prensa, ya te lo he dicho si esto no te gusta puedes irte la puerta es muy grande.

—Richard yo no voy a ir...

—¡Yo si quiero que te largues de mi vida! ¡lárgate! — grita eufórico —¡no quiero escuchar algo más sobre como eres infeliz conmigo!

Se le tiñe la cara de rojo y respira con dificultad, en cuanto suelta eso sale por la puerta dando un azote dejándome sola en la habitación. No creo que esté mal que haya hablado con él ni decirle lo que siento, pero siempre encuentra la manera en hacerme sentir la peor persona del mundo. Tengo derecho a decir lo que no me gusta y lo que sí. Me senté en la cama esperando a que volviera siempre que peleamos pasa esto espero a que vuelva a la habitación para hablar de nuevo, aunque se tarda horas en volver.

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No volvió, él no lo hizo han pasado dos días desde la discusión y en esos no ha puesto un pie en la cabaña me he dejado seguridad, pero la empleada dice que ese día salió con una maleta en la mano. No voy a negar que me duele que se haya ido mientras yo lo esperaba aquí sentada y tampoco que el dejarme con su hijo sin saber que decirle es algo placentero. Lo he intentado llamar, pero no responde lo último que supe es porque lo vi en televisión en la famosa entrevista en la que íbamos a aparecer ambos.

Pedí que la grabaran así que cuando llegó la noche acuesto a Sebastián y me dirijo a la habitación para verla una y otra vez deseando que el hombre de la televisión aparezca en mi puerta. Presiono el botón de nuevo y la pantalla se ilumina.

—¿Entonces fue una ceremonia muy privada a diferencia de cómo se acostumbra?

—En efecto, voy a aclarar que el día en que me uní en matrimonio fue el más feliz de mi vida, tenía a mi lado a la mujer que amaba y no necesitaba nada más — dice él sonriendo ante las cámaras.

—Se comenta que la boda fue privada porque la reina Aurora se encontraba esperando al príncipe Sebastián y la familia Real no la aprobaba — dice la mujer y él ni se inmuta.

𝑬𝒍 𝑫𝒊𝒂𝒓𝒊𝒐 𝑫𝒆 𝑼𝒏𝒂 𝑹𝒆𝒊𝒏𝒂 𝒁𝒐𝒓𝒓𝒂 (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora