Capítulo 24

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No puedo dejar de verlo, podría haber jurado por mi vida que jamás lo volvería a ver y ahora está frente a mí en carne y hueso.

Erik se acerca a mí, pero se detiene, me recorre con la mirada sin hablar.

Sé que hay preguntas en su cabeza y una de ellas debe ser ¿qué le pasó? Pero estoy ocupada observándolo yo a él como para preocuparme por eso ahora. Me había olvidado de todo, de sus pestañas largas, su sonrisa tan blanca que me molesta y huele a madera y a pino algo raro, pero no me desagrada. Y sobre todo en los ojos claros que siempre se ven alegres.

— Hola — suelto nerviosa.

Me mira un momento a los ojos, pero sonrió muy ligeramente.

— Hola — dijo también nervioso.

— ¿Qué haces aquí? — pregunte intentando soltar una plática sin que se noten mis nervios.

Luce sorprendido — Estaba a punto de hacerte la misma pregunta hasta donde sabía no eras fan del sol, ni de los niños.

—Bueno es que...

Como si lo hubiera nombrado Sebastián aparece corriendo hasta mi con la rama de un árbol — ¡Mamá! ¡Mamá mira lo que encontré! — dice emocionado y cuando ve a Erik se abraza a mi cintura con fuerza.

Inmediatamente se le abren los ojos casi a punto de salirse de su cara e intenta disimular, pero la sorpresa es mucho más evidente en su rostro, sonreí nerviosa deseando que la tierra me tragara y me escupiera hasta el fin del mundo.

— ¿Tienes un hijo? — pregunta mirándolo — pero que pregunta más estúpida es obvio que tienes uno acaba de llamarte mamá — suelta riendo nervioso.

— Sí, es mi hijo — dije y le tomé los brazos a Sebastián — cariño, está bien es solo un amigo, saluda — le digo y se suelta de mi cintura para ponerse frente a él.

Se queda quieto unos segundos y hace una mueca estresado — No recuerdo cómo se saludaba en puño — dice.

Erik se pone en cuclillas para quedar justo a su altura y estira la mano — Cierras el puño y solo lo estiras con fuerza hacia la otra persona que quieras saludar, no te preocupes amigo, a veces es complicado — dice con amabilidad.

Mi hijo asiente y en cuanto lo logra lo choca con él — ¿Cómo te llamas? — le pregunta curioso.

— Soy Erik, ¿y tú?

— Sebastián — dice sonriendo — se me cayó un diente.

Me río al verlo con toda confianza, pero los nervios obviamente no me abandonan.

— Eso es genial, amigo, piensa en todo el dinero que te traerá el ratón por ese diente parece valer una fortuna — le dice convencido.

Sebastián abre los ojos impactado — ¿En serio lo crees?

— Estoy más que seguro, tal vez deberías de hacer espacio en tu cuarto ¿dónde meterás tanto dinero? — pasa su mano por detrás de la oreja de mi hijo saca una moneda y se la entrega — ya tienes algo extra.

— ¡Wow! — murmura viéndolo — ¡Se lo mostraré a Carla, gracias!

Sale corriendo de vuelta a los juegos y de inmediatamente Erik se levanta para quedar igual otra vez.

— Gracias por lo del truco — murmure.

Me mira profundamente hasta el punto de querer intimidarme

— Estás grandiosa — murmura viéndome — te ves muy diferente a la última vez, pero aún más hermosa.

— Te has vuelto un gran mentiroso desde entonces.

𝑬𝒍 𝑫𝒊𝒂𝒓𝒊𝒐 𝑫𝒆 𝑼𝒏𝒂 𝑹𝒆𝒊𝒏𝒂 𝒁𝒐𝒓𝒓𝒂 (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora