Capítulo 56

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Sin dejar de reír, Erik se inclina hacia adelante y sigo riéndome, cuándo baje las piernas y rodee su culo con ellas. De inmediato, el ángulo cambia y un gemido sale de mi boca.

—¿Ahora no te ríes no? —dice con voz ronca.

Lo que hizo que el sexo se convirtiera en mis carcajadas es que al acomodarnos Erik estiro su pierna y le dio un calambre, hizo una mueca y salió de mi para dejar de sentir dolor, pero eso fue lo más gracioso que haya visto en un rato en verdad. Su mano frota mi hinchado clítoris con destreza.

—Oh, Dios. Sí. Haz eso otra vez.

—No sé... — me mira burlón — no creo que te lo merezcas por burlona.

—Lo siento, ¿sí? — solté y no dijo nada — por favor, tócame.

Iba a seguir cuando movió sus caderas con fuerza.

—Ooohhh... sí, sí, así.

Cada vez que me llena, mi interior abraza en su erección. Cada vez que sale me siento vacía, llena de deseo, desesperada. Soy adicta a este hombre ahora, a sus besos y a cómo sabe, a la sensación de su pelo corto bajo mis dedos y al suave músculo de su espalda cuando le clavo mis uñas.

Sus caderas se flexionan y su respiración se acelera, y empuja más fuerte, más dentro, haciendo que mi vista mude se nuble. Su rostro se acerca y besa mis pechos hasta que su boca atrapa uno de mis pezones que se endurecen al segundo.

—Erik... — gemí y cerré los ojos.

—¿Te gusta? Porque a mí gusta chuparte.

Mierda. Pensaba que ya había acabado con eso de excitarme, pero me equivoque.

Su boca se aparta de mis pechos y suben a mi boca donde me besa con desespero y me frota el clítoris de nuevo. Y nos venimos. Él lo hace primero, pero sigue dentro de mí cuando, temblando, se libera. Su clímax provoca mi orgasmo y yo tiemblo aún más fuerte, mordiéndome el labio para no despertar a Sebastián.

Deja caer su cuerpo en mí y esta agitado, a mí no me molesta ya que no recarga todo su peso y apenas me estoy recuperando. Respira agitado y se espalda sube y baja al igual que mi pecho. Le puse una mano en ella y lo acaricié, aunque esta sudado.

—¿Estas bien?

—Estoy sudando, ¿verdad? — pregunta sin aliento.

—Si, parece que esta vez te cansaste. —Le dije riendo.

—Me canse de masturbarme solo pensando en ti, quería tocarte y besarte, — confiesa — y creo que me excedí.

Sonreí y coloqué mis dedos en su cabello para rascarlo un poco —No fue así, yo hubiera hecho lo mismo.

Suspira y se separa de mí y jadeamos cuando sale de mi interior, se levanta y hago lo mismo, pero me detengo unos momentos para verlo completamente desnudo. Tiene un culo mejor que el mío y si hablamos de eso que le cuelga, bueno podría durar horas.

—¿Ya dejaste de mirarme? — suelta mirándome.

—Oye, no eres el único que se masturba estando separados, ¿acaso no crees que me toco pensando en ti?

Se ríe y se gira acercándose a mí, se agacha un poco para quedar a mi altura ya que estoy sentada en la cama.

—¿Ah sí? ¿y cuando lo haces? — su sonrisa se engancha cuando me ve, debo de estar hecha un asco, pero el me mira como si fuera una diosa.

—Cuando me baño.

Encarna una ceja —¿Y por qué ahí?

Sonreí y puse una mano en su cuello húmedo —Porque me recuerda que solo tú me mojas más que la regadera.

𝑬𝒍 𝑫𝒊𝒂𝒓𝒊𝒐 𝑫𝒆 𝑼𝒏𝒂 𝑹𝒆𝒊𝒏𝒂 𝒁𝒐𝒓𝒓𝒂 (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora