Capítulo 40

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—¿Qué se te antoja? – me pregunta sin apartar la vista del camino.

Salimos de la estación de radio hace un rato y ahora conduce a su casa.

—Quiero comer algo de carne, de verdad estoy cansada de comer pollo en forma de dinosaurio — confesé y se río.

—Por los hijos hay que hacer sacrificios yo recuerdo que tu abuela, la madre de tu mamá siempre cocinaba carne de diferentes formas, pero carne, un día cuando teníamos quince años tu mamá les dijo que se convertiría en vegetariana. Eso fue una guerra, sin embargo, tu abuela un día decidió hacer todo un menú nuevo solo para ella a pesar de que odiaba los vegetales — me cuenta.

—Ahora entiendo porque los odio también, digo son impotentes, lo sé por eso los como pero no son mis favoritos — lo miro de reojo — nunca había escuchado nada sobre mis abuelos.

Me mira algo atónito – No suelo hablar mucho de ellos, pero si quieres saber algo puedes preguntarme, hija. Lo que sea que quieras saber puedo decirte.

Me acomode en el asiento y mire un poco hacía la ventana veo calles vacías además de muchos árboles que se secan por falta de agua, aunque la mayor parte del tiempo esté nublado el cielo casi nunca llueve.

—¿Crees que si ellos me hubieran conocido hubieran hecho algo para verme mejor?

—No lo sé, tal vez sí, tus abuelos eran complicados, pero al final del día eran humanos, imagino que si tu mama hubiera vuelto contigo les habría encantado.

—Hubo un tiempo en el que quise buscarlos, pero no quería pensar en que me rechazaran también.

—No creo que lo fueran capaces de hacerlo, tu abuelo a pesar de todo quedo demasiado destrozado con tu mamá, falleció al poco tiempo de separarnos y que ella huyera.

—¿Piensas en mamá? — le pregunté mirándolo.

—Cuando estoy contigo pienso mucho en ella, o cuando reviso mis viejas fotografías porque en todas aparecen, hasta algunas cartas que nos escribíamos — dice sonriendo –¿Y tú cariño, piensas en ella?

—No tanto como supongo que debería, ella no fue la mejor madre, pero tuvo sus momentos — dije — aunque desearía tener más de ellos.

—De verdad, me da pena que no hayas podido conocer a la Adeline del pasado creo que te hubiera agradado más.

—¿Por qué? – le pregunte incrédula.

—Te pareces más a ella de lo que crees, entiendo viviste años con la versión mala donde ya era una adicta, pero antes por supuesto que era genial. Claro tenía defectos, pero...

—¿Cómo era?

Sonríe y agita la cabeza un par de veces — Ella era libre le gustaba la espontaneidad y el peligro, nunca le tuvo miedo a nada además siempre era fuerte no dejaba que nadie, ni nada la derrumbarme siempre que peleábamos le decía que debía cambiar su actitud altanera pero ella siempre respondía con "es mi forma de ser y si no te gusta no te necesito en mi vida" — me río al escuchar su imitación — pero ella buscaba la justicia para otros se metía en marchas gritando por ahí, riendo disfrutando de todo.

—Se ve que tenía sus cosas — le dije —¿eso no te molestaba nunca?

—Yo la ame, y no me interesaba nada, es más me fascinaba en secreto todo lo que era, su rebeldía la hacían única, podían existir cosas que no me gustaran, pero sabía que esas cosas eran las mismas que me atraían de ella. Así llegará alguien, —hace una pausa — hija, tu madre fue el amor de mi vida a pesar de cómo terminó la historia y del daño que nos pudimos hacer entre nosotros y sobre todo a alguien inocente como tú, pero existe una diferencia grande entre el amor de tu vida y el amor para tu vida estoy seguro de que un día lo vas a entender a la perfección.

𝑬𝒍 𝑫𝒊𝒂𝒓𝒊𝒐 𝑫𝒆 𝑼𝒏𝒂 𝑹𝒆𝒊𝒏𝒂 𝒁𝒐𝒓𝒓𝒂 (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora