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Skyler

—El tiempo se te acaba. Lo que debe estar muerto, debe estar muerto —me dijo aquella sombra negra, acercándose rápidamente a mí y tomándome de las muñecas con mucha fuerza. Me atrajo hacia él y me pegó a su cuerpo. Yo intentaba escapar, pero no podía, no contra su fuerza.

No estaba segura de quién era. A juzgar por la sensación que me daba, podía decir que esa sombra era un hombre. No le veía la cara, ni reconocía su voz oscura. Solo sabía que me asustaba y que todo se veía muy borroso y lejano. Pero el miedo era tan real que las lágrimas se escapaban de mis ojos y mi sentido de supervivencia se activaba.

—¡No! ¡Suéltame! —grité, desgarrándome la garganta.

Me jaló del pelo hacia un costado con una de sus manos, mientras que con la otra sostenía mis brazos, que ya empezaban a doler de la presión. Sentí un fuerte dolor en mi cuello, uno punzante y desesperante. Las gotas de sangre comenzaban a caer al suelo, manchando mi ropa en el proceso. La sombra me mordía fuerte, succionaba mi sangre, mi vida, mis fuerzas.

—¡No! —volví a gritar con desesperación, esperando que alguien llegase a ayudarme. Pero a nuestro alrededor no parecía haber rastro de alguna persona. De hecho, todo estaba muy oscuro. Parecía ser un bosque, pero olía a muerte, en vez de a naturaleza.

Mis fuerzas decaían, mi mirada se perdía. Dejé de luchar cuando casi no tenía fuerzas, pues era en vano en este punto. La sombra ya no ejercía la misma presión, ya no era necesario. Empecé a caerme, él me había soltado. Mi cuerpo tocó el suelo frío, que rápidamente comenzaba a emanar mucho calor. Ahí vi a Jason, tirado frente a mí, a unos metros de distancia. Tenía una herida mortal en el cuello y había sangre a su lado.

—No... —solo fui capaz de susurrar. Un leve quejido salió de mi garganta.

—Sky... —unas manos me sacudieron un poco.

Abrí los ojos asustada, reconociendo el interior de mi desordenado cuarto, y reconociendo al chico que me sostenía tiernamente de los brazos y me observaba preocupado.

—¿Qué pasa? —preguntó, acariciando mi mejilla.

—¿Qué diablos pasa aquí? —otra voz se oyó en la habitación. Miré hacia la ventana, siguiendo los pasos de Sam, quien se adentraba apresuradamente por allí—. ¿Qué le hiciste, Chase? —la voz de Sam soltó veneno puro. Le lanzó una mirada de advertencia, una amenazante.

—Nada, estaba soñando. Fue una pesadilla —respondí, entiendo mejor la situación—. ¿Qué estás haciendo en mi casa, Sam? —Cubrí mis pechos con las mantas, sentándome en la cama. Lo único que me cubría el cuerpo era la remera de Chase.

—Sí, Sam, ¿qué haces en el cuarto de mi novia a esta hora de la noche? —A Chase no le agradaba nada la situación.

—¿Qué hago? La cuido, eso hago, Chase. Porque puede que en algún momento tú intentes atacarla. No confío del todo en ti, y como ustedes, par de idiotas, están tan calientes que no pueden aguantarse y quieren echarse tres polvos en menos de veinticuatro horas, sin pensar en el peligro que eso conlleva, tengo que estar detrás de ustedes, evitando la muerte de tu novia —hizo énfasis en las últimas dos palabras—. Te prometí que la iba a cuidar en todo momento. Y ahora es cuando más tengo que cuidarla —realmente su mirada era tajante. Sam estaba de malhumor. Y qué vergüenza que supiera cuántas veces lo hicimos en el día, eso significaba que oyó todo lo ocurrido hace horas—. Te oí quejarte, Skyler. Me asusté y salí de mi auto y subí. Pensé que Chase estaba dañándote, estabas llorando —me observó.

Realmente me encantaba saber que tenía a alguien como Sam cuidándome. Era un idiota, pero le tenía mucho aprecio a ese idiota.

—No le estaba haciendo daño, Sam —contestó Chase, también molesto.

Atracción destructiva +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora