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Editado. 

Skyler

Mi mirada viajó hacia todas partes.

No sabía dónde me encontraba. Era un lugar desconocido, un lugar que apenas contenía luz. No hacía frío, sino que mucho calor. Esa calidez me quemaba, me causaba incomodidad, prácticamente me sentía como si estuviese en el mismísimo infierno. No sabía cómo ni por qué lo asimilaba como tal, pero la sensación de mi cuerpo me gritaba que era eso. Estaba temblando, y no dejaba de preguntarme la razón. Ya lo había dicho: no hacía frío.

¿Era miedo lo que sentía?

No lo sé. No me encontraba asustada, solo algo desconcertada. Miraba hacia todas partes con más repetición mientras intentaba levantarme del suelo, pero no podía hacerlo con rapidez; perdía el equilibrio y caía. No tenía fuerzas. Estuve acostada en un rincón oscuro desde que me desperté, y los divagues no dejaban de estallarme la cabeza. Volví a intentar levantarme y, agarrándome de la pared, pude conseguir lo que quería.

¿Cómo había llegado allí? Eso no tenía sentido alguno.

Era un sueño. Tenía que serlo. A veces las personas tenemos la capacidad en ciertas ocasiones de darnos cuenta que estamos en un profundo y mal sueño. Más bien, en una pesadilla.

Me levanté del suelo y empecé a caminar hacia la luz tenue que lograba ver a lo lejos, pero era como si estuviera recorriendo un largo camino porque nunca llegaba a mi destino. Los sonidos de golpes me alertaron y me giré hacia todos lados para saber de dónde provenían. El miedo me invadía por primera vez y el aire fue haciendo ausencia en mis pulmones. Aun tenía la falta de equilibrio y, si no intentaba retomar la compostura, me iba a caer.

¿Qué era eso?

Un segundo tras otro, los ruidos eran más intensos y más rápidos. Me estaban aturdiendo, me hacían doler la cabeza de una manera horrenda. Quería que parara, quería que todo eso se detuviera, pero lo que quería era solo un deseo y ya. Si estaba soñando y lo sabía, entonces yo podía controlar el sueño a mi gusto, y mientras más lo intentaba, me aturdía a un nivel escalofriante.

Varias voces se empezaron a oír y volví a girarme hacia todos lados en busca de alguna respuesta, pero tampoco encontraba nada. Iba a terminar gritando del dolor de cabeza. Necesitaba que pararan, necesitaba despertar, pero comenzaba a invadirme el temor de que no fuera un sueño.

No entendía nada de lo que me decían, pero sabía que querían comunicarse conmigo. Eso empezaba a ponerse verdaderamente feo, y yo tenía que encontrar la salida. Me tapé los oídos y me estremecí en mi lugar cuando sentí que miles de personas estaban a mi alrededor. No podía ver, pero era como si supiese más con la luz apagada que con la luz encendida. La iluminación tenue desapareció, y el terror se expandió por cada centímetro de aquel lugar. Las personas emanaban un olor asqueroso, y lo asimilé con la muerte. Era tan perturbador como sonaba, sí. Contuve la respiración y, cuando prácticamente me gritaban en los oídos, grité.

—Oye, oye, ¡tranquila!

Mis ojos apuntaron a la puerta de mi habitación y me concentré en los brazos que apretujaban mi cuerpo. Estaba temblando y mi corazón palpitaba como si hubiese corrido a la velocidad de flash, pero dejé de llorar y me calmé cuando entendí que lo que había pasado fue nada más que una estúpida y aterradora pesadilla sin sentido alguno.

—Ya, cálmate, ha sido solo un sueño —otra voz habló. Lo miré, y pude ver que era Ryan. Me acarició la espalda y lo abracé, refugiándome del miedo en sus brazos.

Atracción destructiva +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora