Sam
Jason era inteligente, fuerte y capaz de lograr el control de sus impulsos. Ya llevaba casi dos semanas en mi casa, dos semanas algo duras y pesadas: como todo vampiro novato, le costó controlar su hambre los primeros días, casi no pegó ojo durante tres días seguidos, pero en el cuarto vi un avance en él, dejó de lamentarse y de tener la mirada de cachorro abandonado para ponerse firme e intentar comprender la vida que de ahora en adelante llevaría. Jason no era tan malo controlándose para no matar a nadie, y, a decir verdad, lo envidiaba un poco, a mí me costó meses acostumbrarme y a él le estaba costando apenas unos días.
—Recuerda respirar profundamente si sientes que la sangre te llama mucho la atención —le recordé a Jason mientras caminábamos por el centro del pueblo.
—Lo sé —respondió, mirando sutilmente a las personas que iban pasando por su lado.
Parte de este mundo es estar en un lugar lleno de personas, humanos. El control es básico para pasar desapercibido ante tantos millones de personas. Esta era la segunda semana que él y yo veníamos al centro, yo tenía que enseñarle y él tenía que aprender. No iba a estar siempre para ayudarlo, así que qué mejor lugar para aprender que un lugar lleno de personas. Claro, era peligroso para la gente, pero no iba a permitir que a Jason se le fuera la mano. Llevábamos dos horas caminando y hasta ahora él lo llevaba muy bien. Jason no lo admitía en voz alta, pero sabía que ya no le desagradaba tanto esta vida, con el correr de los días él se iba acostumbrando, se iba adaptando, y empezaba a disfrutar el aumento de la audición, el olfato, la vista, la fuerza y la velocidad.
—¿Cómo te sientes? —Quise saber.
—Estoy bien.
—¿Sientes hambre?
—Siempre siento hambre.
—Nos pasa a todos.
—Pero siento que puedo controlarlo —asintió—. Creo que es tiempo de que... vuelva a casa —me dijo, pero lo noté dudoso. Tal vez él quería oír mi opinión—. Mamá ya empieza a preocuparse, hablamos todos los días por teléfono, pero ya sospecha que algo malo pasó. Me da miedo que vaya a casa de los Rice a buscarme y se entere de todo lo que ha pasado.
—Los Rice no abrirán la boca —aseguré.
—Quizá no, pero eso no quiere decir que mamá no vaya a buscarme. Le parece extraño que pase tanto tiempo en esa casa.
—Yo pienso que deberías ir y hablar con tus padres. Eres bastante resistente al hambre, has pasado estos días con solo dos bolsas de sangre cada día. Tu progreso fue muy rápido. Creo que estás listo.
—Cuando mi madre se entere de lo que me ha pasado, le dará un infarto. Papá quedará en shock.
—Lo superarán —respondí, viéndolo. Rodeé el auto—. Son tus padres. Esto no fue tu culpa. No dejes que te miren con desprecio, ni mucho menos que te digan que eres un monstruo. No has matado a nadie y controlar tus nuevos sentidos se te da muy bien.
—Llévame a mi casa —me pidió después de un momento.
—¿Seguro?
Jason no respondió. Se subió al auto al mismo tiempo que yo. Arranqué el motor y empecé a conducir a casa de Jason, oliendo sus nervios y oyendo su acelerado corazón. Me ponía en su lugar y lo entendía bastante, creo que la verdadera complicación de su transformación no era el aprender a controlarse, sino que era la aceptación de su familia. Los brujos suelen juzgar demasiado a los vampiros (algo entendible porque, vamos, la misma palabra te da a entender que eres un chupasangre), pero ellos no se ponían en nuestro lugar. Algunos simplemente no elegimos la transformación. Como yo. Mi madre biológica era humana (quien no me quiso en lo absoluto y me dejó con mi padre) y Caleb un vampiro, por lo que, obviamente, yo iba a pagar el precio: fui humano un tiempo, hasta que cumplí veintidós, ahí todo se descontroló, empecé a sentirme extraño, la sangre me llamaba mucho la atención. Y caí en la maldición: bebí sangre, probé una bolsa que mi padre tenía guardada en el sótano y, un momento después de acabármela, sentí un fuerte dolor y mareo y caí al suelo, muerto, en transición. Tardé unos meses en el infierno, meses que por suerte no recordaba (pero sabía que habían sido horribles) y cuando desperté, el proceso vampírico, el hambre, la rabia, el descontrol... fue demasiado y maté a varias personas. Hasta el día de hoy, mis primeros asesinatos me perseguían, a pesar de los años, era difícil no recordar los gritos de mis víctimas mientras las atacaba.
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Atracción destructiva +18
Romance¿Qué tan dispuesto estás para renunciar a tu vida por la persona a quien amas? Chase White convive con un pasado oscuro y perturbador con el que debe cargar por el resto de su vida. Skyler, por otro lado, no sabe su real identidad y lo peligrosa q...