Editado.
Skyler
Miré el reloj de mi muñeca. En definitiva, la clase ya había empezado y si llegábamos a terminar la charla temprano no me iba a dar la cara para entrar al salón. Sería juzgada y avergonzada frente a todos, y no sé si había quedado claro antes, pero a mí no me gustaba atraer tanto la atención de las demás personas, mucho menos de adolescentes que se reían cuando el profesor te llamaba la atención cada que hacías alguna cosa fuera del reglamento o fuera de sus gustos. Y con las palabras de White en la mañana —algo que me daba mucho coraje recordar— que seguían en mi mente me provocaban vergüenza cuando me imaginaba siendo humillada una vez más.
«¿Cómo se le ocurría decir eso?» Volví a preguntarme, pero opté por sacar eso de mi mente. No era importante y ya era parte del pasado.
Escaneé mi alrededor y temí que una araña estuviese tejiendo su tela sobre mi cabeza, por lo que me dispuse a mirar el techo. Quedaba claro que ahí hace tiempo que nadie pasaba una escoba o un plumero. Seguramente las ratas estaban escondidas esperando nuestra distracción para comernos vivos. Sonaba estúpido, pero era tanta la acumulación de cosas y tanta la mugre que quería salir corriendo. Era como el sótano de una casa que había sido abandonada un siglo atrás.
El foco era sostenido por un cable negro lleno de polvo y prácticamente estaba rodeado por telarañas. Las paredes estaban llenas de lo mismo y de inutilidades como una televisión vieja, almohadas, un par de bicicletas de niños y entendía muy poco qué hacía eso allí, pero estaba segura que una explicación existía para ello. El piso también tenía mucha tierra y nuestras pisadas quedaron marcadas en ella. Al fondo de todo había un ropero enorme muy viejo con un espejo mugriento pegado en una de las puertas. También tenía varios orificios en él y unas marcas de arañazos que me llamaron mucho la atención.
La temperatura había bajado desde que cruzamos la puerta, de eso no cabía duda alguna. Me abracé a mí misma y miré a Jason, el cual tenía que darme una buena explicación sobre varias cosas que no estaba logrando entender por mi cuenta.
Levanté las cejas.
Jason tosió con fuerza e hizo una mueca cuando estaba por responder. Joder... Jason estaba aún peor, su cara me lo decía a gritos, en realidad, todo su cuerpo lo expresaba así. Tiritó de frío y respiró profundo antes de contestar.
—Necesito que me ayudes con algo.
—Antes que todo... ¿estás bien? Luces pésimo, Jason. —Comenzaba a preocuparme por él, por su estado de salud y por lo que sea que él necesitase. Algo me decía que las cosas no andaban bien; bueno, eso estaba clarísimo, pero tenía la sensación de que estuviesen peor que mal.
Di un paso adelante y él retrocedió, pero yo no le quise preguntar el motivo y lo dejé pasar. Me centré en lo que quería hacer, que era nada más que tocarle la frente para comprobar una teoría que rondaba por mi cabeza.
Estaba volando de fiebre.
—¡Jason! Necesitas que un doctor te revise, estás volando de fiebre. Has pasado los treinta y nueve grados, estoy segura.
—Estoy bien.
Rodé los ojos.
—No, no lo estás. Puedo ser muy tonta a veces, pero sé diferenciar cuándo alguien tiene mucha fiebre y cuándo no.
—Necesito que me ayudes —explicó una vez más con impaciencia. Cuando él tenía esas actitudes me caía mal—. ¿Puedes hacerlo? ¿Puedes ayudarme?
—Sí, llevándote a la enfermería, con eso te voy a ayudar.
Negó con la cabeza. Se frotó la cara con frustración y suspiró largamente para luego empezar a respirar con una dificultad que me asustó. Su cuerpo estaba tenso y la camiseta que Jason llevaba puesta estaba comenzando a mojarse de la transpiración. Sus ojos pararon en los míos y los vi lagrimosos, como si estuviese a punto de llorar, como si le pasase algo sumamente feo y volvió a toser con algo de fuerza, seguramente raspándose la garganta en el acto. Lucía como si no hubiese dormido en una semana, estaba demacrado y la palidez que llevaba era la de un muerto, como anteriormente dije. El cabello estaba despeinado y algunos mechones se pegaban a su frente.
—Jason —empecé a decir, y me acerqué para sostenerlo cuando se tambaleó. Respiró pesadamente y cerró los ojos un instante. La mueca en su rostro me hizo pensar que mi tacto le molestaba, que le hacía daño, pero no me dijo nada y yo tampoco, solo lo observé pensando en su estado de salud, en qué le estaba pasando, y en qué cosa podía llegar a tener para estar de esa forma tan llamativa.
—Estoy bien. —Apretó los dientes y al fin me miró—. Necesito que hables con tu tía, tienes que pedirle algo de mi parte. Tiene que ayudarme.
—¿A mi tía?
¿Por qué Jason necesitaba ayuda de mi tía? Ni siquiera se conocían.
Esperé que respondiera mientras mi cara expresaba mi confusión.
—Dile que deje de hacer lo que sea que esté haciendo porque mi madre está enfermándose más y más y yo también. Dile que tiene que respetar las reglas, no puede volver a hacer lo que se le cante.
Fruncí las cejas.
¿Qué carajo...? ¿Qué tiene que ver en eso mi tía?
—No... Espera un segundo. Primero necesito que me expliques bien lo que está pasando. ¿Qué crees que está haciendo mi tía? ¿De qué reglas estás hablándome?
Suspiró frotándose las sienes. Lo estaba poniendo nervioso, no cabía duda, y no me gustaba causar eso en las personas, pero yo merecía saber qué pasaba. Tal vez no era de mi incumbencia, pero estaba cansada, desde que llegué al pueblo todos se comportaron misteriosos y la que se ponía de los nervios era yo. Según él, mi tía estaba haciendo algo indebido, no cumplía con ciertas reglas. Se trataba de mi tía, hermana de mamá, la quería, y quería saber más de lo que Jason me pedía que hiciera porque hablábamos de alguien que me importaba mucho. ¿En qué líos estaba metida Jane?
—No puedo.
Dios...
—Entonces yo no puedo decirle a mi tía lo que me has dicho.
Jason me miró feo, muy feo, como si me fuese a pegar, como si su mirada fuese la de un loco suelto, como si quisiese gritarme todas las groserías del mundo. ¿Estaba siendo mala al no querer ayudarlo? Tal vez, pero estaba harta de todo lo misterioso. En casa pasaba lo mismo y en el colegio también.
Se acercó hacia mí y me tomó de los brazos, no aplicó ninguna fuerza, pero me miró enojando, pero a la vez también suplicante. Quería hacer lo que me pedía, pero no podía ignorar que Jason siempre me decía cosas y después las dejaba a medias, y cada vez que le preguntaba me salía con cualquier cosa, pero menos con lo que yo estaba necesitando oír. Me frustraba.
—No te cuesta nada, Skyler.
A mí no me costaba nada ayudar.
Pero a él tampoco responder.
—Por favor —musitó muy bajo, pero aún así logré oírle. Fue entonces cuando me di cuenta de que su rostro estaba muy cerca del mío y me percaté también de cómo nos mirábamos fijamente; él con ojos de súplica; yo con ojos de interrogación.
Sentí un cosquilleo extraño y un escalofrío recorrerme el cuerpo. Luego, como un analepsis de menos de un segundo, una imagen horrorosa apareció en mi cabeza. Era la de un muerto, era uno de los que había visto en mi sueño la otra vez... y ahora que tenía a Jason frente a frente... creo que uno de esos muertos se trataba de él. El olor a podredumbre llegó a mi nariz y me tapé con las manos para no oler la asquerosidad que recorría por el aire.
Uno de esos muertos era Jason... tenía que ser él... la forma del pelo, los ojos... no sé. En realidad, no habían muchas cosas que a simple vista me dejasen en claro que era Jason, pero... Pero esa sensación estaba en mi cuerpo otra vez. Esa sensación que ya muchas veces me había recorrido el cuerpo entero, esa que no podía explicar con palabras y que tampoco podía describir.
Era como saber y no saber.
¿Tenía eso sentido?
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Atracción destructiva +18
Romance¿Qué tan dispuesto estás para renunciar a tu vida por la persona a quien amas? Chase White convive con un pasado oscuro y perturbador con el que debe cargar por el resto de su vida. Skyler, por otro lado, no sabe su real identidad y lo peligrosa q...