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Editado. 

Skyler

Mis gritos fueron acallados por la mano de Sam, quien me sostenía de la cintura con fuerza para que no intentara irme. Con mis brazos intentaba zafarme de ellos, empujar a Chase o algo parecido, no sé, una patada en las bolas, quizá, pero los White eran más ágiles que yo y se habían adelantado a mis pensamientos.

Sentí presión en mis brazos y piernas, me agarraban con fuerza, como si necesitaran sí o sí asesinarme. Lo extraño era que, si iban a matarme, no estaban usando guantes o algo por el estilo para no dejar huellas en mi cuerpo. Y encima querían hacerlo en la escuela, a no ser que me estuviesen secuestrando ahora mismo para llevarme a algún lugar en especial. Pero no era difícil de suponer que para un vampiro la cárcel no era de mucha importancia.

Solté un gemido, uno fuerte, pero no lo suficiente como para que los del salón de clases salieran a ver qué pasaba. Estaba perdida, débil ante ellos. Me iban matar, y esta vez muchas opciones no tenía en la mente porque el maldito Chase White tenía un arma blanca en la mano. Miré el cuchillo con temor, como si fuese lo más horrendo del mundo, aún teniéndolo a una distancia considerable de mi cuerpo podía sentir ese cosquilleo en todo mi cuerpo.

Ya no sentía mi corazón de lo rápido que latía. Jamás había estado en una situación similar. Muy distinto había sido lo del otro día en la casa de Chase. Esto era peor. O eso creía. En el momento eso parecía.

—Shhh —sentí en mi oído—. Solo será un segundo.

«¡¿Solo será un segundo?!», grité en mis pensamientos.

Estaba loco si pensaba que con eso dejaría de luchar. ¡Eso me alarmaba peor! Claro que no quería sufrir cuando me asesinaran, pero obviamente tampoco quería irme de la tierra. Era muy joven para ellos, joder.

Malditos White... Deseaba tener poderes, mierda. ¡¿Por qué justo yo no tenía poderes?!

Una lágrima se escapó otra vez. Me dolía demasiado la garganta de las ganas de llorar. Estaba siendo humillada por ellos y lo odiaba. Odiaba haberme metido con Chase. Odiaba haber hablado con él y Nate. Y lo que más deploraba era haber dejado que el sexy, guapo, irresistible y endemoniado Chase me besara. Ese día en el auto tendría que haberle pegado una bofetada y haber salido a las corridas de ese Audi. O mejor; ni siquiera tendría que haberme subido.

Mi anatomía temblaba. Era una gelatina humana. Me daban miedo, los odiaba con el corazón a cada uno. Los White eran malos, inhumanos y desalmados. ¿Cómo dormían en la noche? ¿Era yo la primera víctima de los cuatro juntos? No. Seguramente no. Digo, ya conocía bastante de la historia de esa familia, así que...

Me centré tan solo un segundo en la mirada de Chase. Fue solo un segundo, pero pude captar varias cosas: indecisión, ira, enojo, seriedad y... ¿culpa?

No.

Culpa no.

No estaría haciéndome esto entonces.

Quería que mi hermano apareciera, que esas sensaciones de brujos de las que tanto me comentaron, esas que Jason tenía conmigo en la primera semana de clases, esas que me hacían creer que él era un psíquico, aparecieran en Luke o en mi amigo. Tenían la capacidad de sentir el peligro, la muerte, el dolor y muchas cosas, así que le rogaba a Dios que estuvieran teniendo un presentimiento en este momento y que mi miedo los guiara hacia mí. Pero la suerte no parecía querer ponerse de mi lado esa mañana.

Desperté pensando que sería un día más, uno normal y aburrido, pero el «un día más» parecía estar convirtiéndose en el último, el «normal» en anormal y el «aburrido» en desagradable.

Atracción destructiva +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora