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Editado. 

Skyler

Abrí los párpados lentamente. La luz del sol se adentraba por mi ventana y me obligó a achinar los ojos. Me senté en la cama, asustada, cuando de golpe los recuerdos me invadieron. Mi mano viajó a mi cuello, tenía la sensación de que el brazo de Sam seguía haciendo presión en mi garganta, de la falta de aire desesperándome y de la debilidad acudiendo a mi cuerpo. Fue horrible.

Tuve miedo, después de las cosas que vi, tuve miedo de morir. No entendía qué hacía yo en mi casa. ¿Acaso el plan de Sam era dormirme para luego meterme en un auto y traerme a casa? Existían mil maneras para hacer las cosas, y él optó por dormirme con su brazo. Estaba mal de la cabeza. Sí, yo no quise dejar que me trajera a casa por las buenas, pero eso no significaba que él podía hacerlo por las malas.

Mis tíos y hermanos se me vinieron a la cabeza un momento después. Dudaba que Sam pudiese subirme hasta la ventana de mi cuarto estando desmayada, era un trabajo peligroso y que nos podía afectar a ambos, así que seguramente tuvo que tocar la puerta y hacer que mi familia se enterara. Qué miedo imaginar la cara de sorpresa de mis hermanos o mis tíos.

Me aterraba la idea de pensar que, cuando bajara, un castigo enorme me esperaba, pues es lo que harían conmigo si estaban al tanto de mi travesura, pero la parte buena que no debía descartar era que, si ellos se hubiesen enterado, a mí me habrían despertado poco después de dejarme en la cama. Pero eso no pasó, así que... quizá estaba salvada.

Un pinchazo de decepción se instaló en mi pecho al recordar a Chase. Estaba tan oscuro con esa mirada y esos toques raros en su rostro, tan distinto a lo que yo siempre solía ver en los pasillos del colegio o en el salón de clases cuando me tocaba una materia junto a él. Pensar en el beso me daba ganas de repetirlo otra vez, ganas de sentir lo que sentí en el primero y en el segundo, los dos besos más calientes de mi vida. Pero después volvía a verlo de aquella manera tan aterradora, tan inhumana y las ganas se me pasaban.

No iba a mentir, estar así, en mi cama, segura, sin nadie que pretendiera hacerme daño me daba lugar para repasar a Chase en mi mente. Sí, estaba que te meabas del miedo si lo veías de cerca, personalmente y diciéndote que beberá la sangre de tu cuerpo, pero ahora que estaba tranquila me imaginaba tocando su cara, las venas negras que se expandían por su piel, admirando los colmillos que seguramente tenía, apreciando los ojos rojo brillante que te miraban avisándote que te comerían, que estaban ansiosos por absorberte la sangre sin escrúpulos.

Me peiné el pelo enmarañado hacia atrás y la mano se me quedó medio atorada entre el nido de paja que tenía en la cabeza. Solté un suspiro y observé hacia un costado al notar un movimiento, lo que hizo que diera un salto de la cama y me pegara a la pared del fondo de mi habitación.

—¿Tú qué haces aquí? —espeté y tomé un cepillo de dientes para defenderme. Sí, era consciente que no iba a hacer ningún daño con un cepillo, pero era lo único que estaba sobre el mueble de mi lado.

Él estaba sentado en la diminuta y vieja silla de madera que descansaba a menos de un metro de mi cama. Vestía con una camiseta camuflada y unos pantalones negros un poco desgastados. Llevaba el pelo algo alborotado pero su rostro ya no parecía el de un muerto viviente.

—Con un cepillo de dientes no me vas a hacer ningún daño —respondió con una media sonrisa y apoyó los brazos en los costados de la silla para levantarse con más facilidad.

Caminó hacia mí y a la mitad de su recorrido estiré mi brazo para que se quedara quieto.

—No te muevas, Jason, o gritaré.

Atracción destructiva +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora