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Skyler

Chase quería que lo llevara a mi casa y no fui capaz de decirle que no, pero eso no significaba que le hubiera dicho que sí. Preferí quedarme en silencio, acariciando su enrulado cabello. Chase también permanecía en silencio, esforzándose para mantener lo ojos abiertos, y me volvía loca no poder hacer nada yo misma para ayudarle a sanar. Estaba tan débil a simple vista y el corazón se me encogía tanto que quería darle un abrazo, pero temía que me dijera algo y terminara pasando vergüenza. Él no estaba en las condiciones para avergonzarme, pero con Chase nunca se sabía qué podía pasar.

Era indescifrable, y me volvía loca.

Sus ojos azules se veían apagados, sin ese brillo oscuro que siempre tenía en la mirada. De vez en cuando lo enganchaba mirándome, escaneando mi rostro, como si le gustara hacerlo. Yo también lo miraba, esperando que me dijera algo, pero seguía en silencio, sumido en sus pensamientos. Y yo quería saber en qué pensaba, qué le generaba verme a la cara.

Hoy volvía a verlo, a tocarlo, a sentir su perfume después de unos largos días sin ver su cara. Me la pasé todos los días en la escuela rogando por verlo a pesar de sus cosas, pero no tenía la suerte de verlo por los pasillos ni en las clases. Siempre pegaba la oreja cada que oía hablar de él o de uno de sus hermanos, pero nada saciaba mi deseo de Chase. Sonaba tan estúpido... pero era la realidad. Y a veces la realidad es estúpida.

Sus ojos se cerraron y permanecieron así, lo cual me alarmó y no dudé en quitar las manos de su herida para mover su cuerpo.

—Chase, no te duermas —supliqué, preocupada.

Sus párpados se abrieron débilmente. Sus pecho apenas subía y bajaba y me alarmaba.

¿Por qué mi hermano tardaba tanto en venir?

Chase iba a morir si no me ayudaba, y no quería por nada que se muriera. Menos en mis brazos. Menos después de haberme atrevido a salvarlo.

—Tengo sueño —dijo en un susurro. Me fijé si la anciana seguía mirándonos y no, ya no estaba en la ventana.

—Pero no te duermas, puedes complicar las cosas si lo haces. Mi hermano ya viene a ayudarnos. Resiste.

Negó lentamente y se tocó el brazo, como si le doliera mucho. Hice una mueca por empatía, y me tomó de la mano inesperadamente e hizo presión en ella después de soltar una queja por el dolor de cabeza.

—Tu hermano me quiere muerto. Dudo que haga algo —respondió. Y era verdad. Ya lo había pensado. Ryan quería muerto a Chase, y si nos poníamos a pensar, no era solo por lo que me hizo a mí, sino por el simple hecho de que el chico que me gustaba era un vampiro, un rival para los brujos.

Negué con la cabeza.

Yo no iba dejar que eso pasara. Ryan lo iba a ayudar quisiera o no quisiera. Le pondría un ultimátum de ser necesario. Soporté toda la historia de muertes, pestes, abominaciones y magia, pero eso de dejar morir a una persona a la que podía ayudar, no se lo perdonaría nunca si llegara a pasar. Chase iba a vivir. Tenía que vivir.

—No, él te va a salvar. Te lo prometo —dije, insegura. La verdad, no tenía ni idea de qué iba a pasar cuando Ryan llegara.

Chase no contestó y supe que era por las pocas fuerzas que tenía. Su mano estaba apoyada en su pecho, y este seguía subiendo y bajando con pesadez, como si también le costara respirar. Cada vez que él parpadeaba pensaba que se desmayaría, pero no. Por suerte, no. Pasó saliva; estaba pálido, con marcas de un tono morado alrededor de sus ojos, y sus labios estaban coloreándose de un negro por culpa de la sangre.

Atracción destructiva +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora