36. ✻

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Gustabo se acercó hasta la puerta y colocó su oreja tratando de escuchar mejor. No tenía duda, Horacio tenía algún tipo de ataque o algo asi, o al menos esos gritos eran suyos, la razón la desconocía.

Volvió a golpear mucho más fuerte la puerta y a gritar mientras lo hacía, simplemente quería saber que había pasado y qué estaba pasando.

—¡Eh! ¡¿Hola?! –decía mientras silbaba un par de veces– ¿¡Aló!? ¿¡Hay alguien en este puto hospital!?

Finalmente escuchó unos pasos acercándose hacia él.

—¿Y tú qué quieres ahora? ¿Te has calmado ya? –escuchó una voz detrás de la puerta

—Pero si no sé qué cojones ha pasado, que quiero ir al baño coño –mintió mientras lo decía muy ofendido– o quieres que eche una meada aquí dentro, yo no seré quien la limpie des-

—Vale, vale, espera un segundo –lo cortó el vigilante o médico mientras se escuchaba como sacaba unas llaves y buscaba la correcta. Después de un par de segundos abrió la puerta.

—Venga, ve a mear, rapidito –dijo con desinterés mientras se alejaba poco a poco, la verdad es que había tenido bastante suerte y se había encontrado con el tipo más simple y despreocupado del mundo

Gustabo salió y comenzó a caminar lentamente en profundo silencio por los pasillos.

Horacio mientras tanto cesó los gritos de golpe. Como si alguien le hubiera robado la voz. Se volvía a sentir debajo del agua. No podía respirar. Empezó a hacer algunos ruidos de ahogarse. Le estaba dando un ataque de ansiedad reflejado en sus alucinaciones. ¿Como podían haber mariposas debajo del agua? Era todo tan... Extraño.

Los médicos al ver que no podía respirar, lo cargaron y se lo llevaron a la enfermería.

—¿Horacio? –susurró Gustabo mientras caminaba por los pasillos bastante oscuros y sobre todo tranquilos.

Realmente no sabía a dónde iba, no tenía ni idea, al igual que tampoco tenía idea de dónde estaba Horacio.

De repente notó como si alguien le susurrara en un oído, pero este se giró y no había nadie. No entendía que acababa de pasar, continuó caminando como si nada hasta que volvió a ocurrir. Entonces se apoyó en la pared mirando a ambos lados, estaba muy confundido ya que no había nadie. Tapó sus oídos, pero aquellos susurros volvieron a aparecer y estos se escuchaban mucho más claros. ¿Era cosa suya?

—Qué cojones... ¿Pogo? –se atrevió a preguntar mientras miraba a su alrededor. Se sorprendió al escuchar una risa e inmediatamente fruncio el ceño.

Pasaron largos minutos en los que Horacio pudo volver a respirar con calma. A su alrededor todo estaba vacío. Era extraño, no estaba negro, ni blanco. Sólo... Era una sensación de vacío, como si nada existiera.
Se sentía relajado, en paz. Simplemente tranquilo.

Los médicos podían ver cómo Horacio miraba hacia todas partes como si estuviera drogado.

—Está empeorando. Cuando lo trajimos aquí no tenía nada –frunció el ceño la psicóloga, que había ayudado a los médicos– Lo están estresando demasiado. Esto no es una cárcel es un centro de rehabilitación.

—Seguramente ya le pasaba y lo estaba ocultando. –añadió otro medico.

— ¿Cómo es eso posible? ¡Casi le da un ataque al corazón! No sabéis cómo tratar a un puto paciente. No le volváis a cerrar la puerta.

Gustabo por su parte estaba flipando, hacía años que no sentía ese tipo de susurros, mas que nada porque era consciente de que era el único que lo escuchaba. Aquella risa susurrada se volvió pronto un maldito llanto en medio de un profundo silencio, era muy calmado pero no dejaba de ser un llanto.

Sacrificio de Mentiras [GtaRp] • Terminada •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora