43. ✻

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Las horas pasaron. Pudieron ver a los dos chicos implicados como habían secuestrado a la enfermera y cómo fue rematada por Gustabo. Ellos dos no iban a estar ahí por mucho tiempo, ya que se estaban empezando a rehabilitar, así que al estar casi cuerdos, la policía tuvo que elegir que hacer.

Gustabo se salvó porque su condición lo volvía inmune de cierta manera.

Horacio por su parte, descubrió por si mismo que aquellas sombras que hablaban con él eran muy agradables. Podía sentir su abrazo, y lo hacían sentir reconfortante. Se sentía querido por ellas y deseó que nunca se fueran. Sentía que tenía un amigo de verdad. Sabía que no existía, pero ya que todos eran como una mierda con él, ¿por qué no tener un amigo que no existe?

Al descubrir que no era ningún peligro lo dejaron por ahí. Desataron sus mangas pero la camisa la seguía llevando. Unas mangas demasiado largas colgaban de ellas. Correteaba por su nivel y por el nivel donde antes estaba con Gustabo.

Después de comer subió lentamente las escaleras mientras reía y charlaba a solas. Llego donde estaban las habitaciones

—¿Cuál debería elegir? –preguntó a la nada mirando las habitaciones– Se supone que la mayoría están libres...

Gustabo se pasó el resto de horas sentado en el suelo con su cabeza apoyada en sus rodillas.

—Callate de una puta vez, por favor... –decía ya suplicante a su pesar por el intenso mareo de tener que aguantar ya por mas de dos horas aquellas voces inquietas y chillonas en su cabeza.

Desde que había acabado en esa habitación todo eran insultos, amenazas y recuerdos pasados lo que escuchaba constantemente. No podía soportarlo.

Horacio pasó en frente de la habitación de Gustabo. Este se lo quedó mirando

—¿Por qué no le puedo saludar? –frunció el ceño el de crestas extrañado mientras miraba a su sombra– Que va. Él no es malo. –se acercó a la ventana de su habitación y tocó un par de veces para llamar su atención.

Rascó su brazo, no podía utilizar sus uñas a si que restregó la tela contra el brazo.

—¡Hey! –saludó.

Aquello le hizo a Gustabo salir de sus pensamientos por un momento y miró hacia la ventana.

—Qué coño quieres tú ahora, imbécil –le dijo bastante agresivo. Pogo sin duda estaba sacando lo peor de él y no podía poner remedio de ninguna forma. Ya que no contaba con el apoyo de ninguno, únicamente era él, Pogo y un camino infinito de inestabilidad

—Que humos de mierda macho... –le sacó el dedo medio– Te iba a abrir la puerta pero ahí te quedas, “Imbécil” –repitió aquella palabra del otro

Se dio la vuelta dándole la espalda y cambiando a la habitación de enfrente. Sacó una llave y abrió la cerradura. Le habían dado una llave para que eligiera la habitación.

—¡Wow, esta será genial! –sonrió

Aquello le molestó bastante al rubio, apretó los dientes con fuerza y se levantó rápidamente, golpeando la puerta con fuerza

—¡Ven y me lo dices a la cara, hijo de puta! –gritó con todas sus fuerzas para después apoyarse en la puerta y resbalarse por esta.

—Joder, ¡joder! –dijo mientras tomaba su cabeza y se encogía en si mismo.

Horacio rodó los ojos.

—No voy a hacerle caso, tranquilo. Él solo me quiere para conseguir algo. –frunció el ceño. Pero luego sonrió– Juguemos juntos.

Sacrificio de Mentiras [GtaRp] • Terminada •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora