Final alternativo #5: Un grave error.

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Y con este final ahora si que si, doy por acabada esta historia. Nos veremos en otras que se vienen, gracias por todo <3

Recuerdo que estos finales parten desde el momento donde Pogo está frente a Horacio amenazándolo con una navaja en aquel callejón
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El rubio caminaba lentamente hacia él, con la navaja sujetada con ambas manos enfrente suya.

—Mientes... Jamás eso fue verdad. Nunca he podido vivir una vida. ¡Todo el mundo merece vivir una buena vida! Y yo no seré menos... –susurró con una suave sonrisa mientras se plantaba enfrente suya.

—Si tanto quieres que lo haga, solamente baja el arma y acabemos con esto, Horacio –lo fulminó con la mirada

—Jamás volverás a-  –de repente sus palabras se cortaron y se escucharon un par de disparos detrás suya.

El rubio se quedó mirando a Horacio fijamente sin decir nada y en un instante, cayó al suelo desplomado enfrente suya. En su espalda habían varios disparos y la sangre salía y salía lentamente. Había dejado de respirar.

—¡Horacio, suelte el arma! –se escuchó.

Habían aparecido hombres completamente armados y protegidos. Vestidos de arriba a abajo de negro. Las órdenes partían de una alerta en la policía de dos sujetos armados en un callejón.

Uno con vestimenta arreglada. Ya que Gustabo todavía continuaba llevando puesta la ropa que la mafia a la que mataron llevaba de uniforme por lo que se le identificó como uno más de ellos, al encontrarse de espaldas a la entrada del callejón.

Conway había interpretado la alerta de forma en que aquel sujeto que llevaba la navaja era algún miembro más de una mafia, pues no recordaba que Gustabo llevara esa ropa puesta, y el chico de crestas, como dijeron los testigos, obviamente lo atribuyó a que era Horacio. Había estado todo el día buscándolos a ambos, pero no dio resultado, así que no tardó en reaccionar.

Mandó a todos los maderos disponibles en aquel momento. Con órdenes de matarlo sin piedad. No podía dejar que mataran a otro más de los suyos. Sobre todo porque Horacio pertenecía al CNI y eso era más que una simple organización, eran una verdadera familia.

Los policías armados avanzaron lentamente hacia Horacio y el cuerpo ya sin vida de Gustabo frente a sus ojos.

—¿Estás bien? Hemos llegado justo a tiempo. –preguntó un policía.

Conway apareció entre el resto de policías que se habían acercado. Mantenía su mirada seria y fija en Horacio.

—Qué coño haces, primero, por qué cojones os fuisteis de allí sin mi consentimiento, y segundo, QUÉ COJONES HACES EN UN CALLEJÓN PELEANDO CON UNO DE ELLOS –le gritó llevando su mano hasta su frente

—Si te llega a matar este... –en aquel momento miró al suelo, percatándose de qué acababa de hacer– No me jodas... ¿Es esto una puta broma? –el tono de Conway cambió instantáneamente al percatarse de quien era en verdad a quien habían disparado.

Horacio cayó al suelo de rodillas. No podía dejar de ver su cuerpo sin vida. Todo a su alrededor fue un gran pitido ensordecedor.

No había notado que estaba Conway. No había notado que estaban los demás. Simplemente estaba ahí, su hermano muerto, sin volver a vivir nunca más. Le habían arrebatado lo único que tenía en su vida para ser feliz. Lo que más amaba en el mundo, se lo habían arrancado.

[...]

Pasaron horas y horas, Horacio fue separado a la fuerza del cadáver de Gustabo. Nunca volvió a decir una sola palabra. No escuchaba nada ni quería escuchar. No sentía nada. Simplemente estaba en shock, en trance.

Pasaron días en los que Conway dejó que Horacio se quedase a dormir en su casa, ya que su propia casa le recordaría demasiado a Gustabo. Aunque ese no era el verdadero problema.

Horacio entró en una depresión severa.

No comía, no hablaba, no miraba la tele ni nada. Su máxima interacción fue levantar los ojos para mirar a alguien que le hablaba. Pasaba sus días mirando una pared. Tenían que darle de comer porque si no se moriría de hambre literalmente.

Ni siquiera los discursos de Conway lo hacían reaccionar, Conway desde que lo tenía en casa había intentado tratarle lo más amable posible, sin decir malas palabras ni nada. Sabía lo duro que debía ser ya que él también pasó por cosas peores.

Simplemente lo cuidó tanto como pudo, ya que se sentía culpable de no haber imaginado que era Gustabo. Y por alguna razón pensó que Horacio se lo echaría en cara, pero no. No fue así.

[...]

Las semanas pasaron, Horacio trató de suicidarse con sobredosis de pastillas y cortándose, pero afortunadamente venía antes Conway que se lo impedía. Sus ojos no mostraban ninguna expresión. Ni siquiera ganas de vivir o ganas de llorar.

Horacio dejó de ser Horacio. Simplemente todo dentro de él murió el día en que murió Gustabo.

Conway llamó a algunos médicos para que lo pudieran ingresar, pero al instante lo miró. Por primera vez en meses podía ver que Horacio jamás volvería a ser como antes, no podía dejar que viviera amargamente toda una vida encerrado en cuatro paredes.

Decidió dejar una pistola en la entrada y decirle que se iba y volvería en dos horas sin mencionar nada de la pistola. Simplemente quería darle una vía de escape. Él había intentado suicidarse muchas veces por el recuerdo de su mujer muerta, pero la bala siempre se encasquillaba. Al menos Horacio podría tener la suerte de poder estar en paz y no vivir encerrado en una depresión y en cuatro paredes blancas. Eso no es vivir.

Horacio aprovechó que el otro se fue y caminó por la casa. Al instante se percató de eso. Escribió una última carta poniendo:
"Cuando el sol deje de brillar... Ahí estaré."

Por una vez desde que el acontecimiento pasó, soltó una pequeña lágrima mientras sonreía. Por fin se iba a reunir con su hermano. Serían felices de nuevo, y volverían a reír aunque esta vez fuera en un lugar diferente.

—Espérame... Gustabo. Voy contigo, hermano –susurró.

Y luego simplemente...

Apretó el gatillo.

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Sacrificio de Mentiras [GtaRp] • Terminada •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora