41. ✻

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Horacio golpeó la enfermería con fuerza por impotencia. Una vez que le atendieron, este le contó todo lo que había visto.

—Son reflejos de tu mente. –susurró la doctora– Están pasando de ser alucinaciones a proyecciones de tus preocupaciones. Si esto te sigue afectando al corazón te tendremos que cambiar de planta. Cada planta es un nivel. –explicó– Estás empezando a tener taquicardias en casi todas tus visiones.

Horacio escuchaba mirando al suelo, empezó a rascarse el brazo como siempre hacia cuando estaba nervioso, hasta hacerse algunas líneas enrojecidas.

—Si esto sigue así, pasaremos a la segunda planta.

—Señorita... ¿Qué es la gran puerta blanca que hay al final del pasillo?

—Es la salida de emergencia. Siempre está cerrada.

—Entiendo...

La doctora le coloco la medicina.

—Quizás necesitas tener algo de ocio para distraerte. –miró por sus estantes hasta encontrar una pequeña radio– aquí tienes –sonrió– Creo que te vendrá bien para relajarte.

Horacio asintió con una sonrisa. A parte de eso, le pusieron una pequeña pulsera que pitaba en cuanto su corazón fuera demasiado rápido.

Horacio salió de la enfermería, todo se había vuelto más borroso. La medicación que le dio quizás era muy fuerte, pero aún así siguió caminando hasta su habitación. Sabía que Gustabo se había enfadado. Pero debía entender que simplemente no era tan fácil y que él tenía algo parecido y no era como decir "pues olvídate de pogo y ya" .

Cerró su habitación lentamente y se tumbó en su cama. Encendió la pequeña radio y sonrió mientras la escuchaba.

[...]

Gustabo llegó al baño y al plantarse enfrente de la puerta se detuvo en esta mirando a su alrededor. Hacía un par de minutos que sentía la presencia de alguien pero no sabía si era producto de su imaginación o no.

No le prestó mucha más importancia y simplemente entró en el baño para ir directamente a lavarse la cara con agua.

En ese momento escuchó como alguien entraba al baño y cerraba la puerta tras de si. Giró su cabeza hasta ellos y vio dos siluetas negras parados frente a la puerta.

—¿Eh? –dijo este extrañado

—¿Eres Gustabo? –dijo uno de ellos mientras avanzaba hacia él con decisión

—Ehm, ¿si? ¿Quien eres, bueno, quienes sois? –dijo con duda en sus palabras mientras veía como el otro también avanzaba.

—Solo queremos hablar...

—Cómo que hablar –dijo este dudoso mientras se separaba de los lavabos

—Verás. Hemos estado observándote ya como dos días y la verdad es que sentimos que podías ayudarnos a salir de aquí. Tú obviamente lo lograrías también. –le explicó– Necesitamos a alguien dispuesto a colaborar.

—¿Para salir de aquí? –preguntó dudoso. Sabía muy bien el peligro que Pogo llevaba pero no sabía si ellos lo querían para ese tipo de planes contra el edificio

—Claro. Puedo explicarte si aceptas, por supuesto. –dijo uno de ellos mientras le extendía su mano– se que tienes tantas ganas de salir de aquí como yo. Por eso, creo que si nos ayudas, te podremos ayudar. ¿Trato?

Gustabo quedó pensando por un par de minutos qué debería hacer. Pensó en su problema, en Horacio, en su estado... Pero finalmente se decantó por aceptar por sus propias intenciones.

Sacrificio de Mentiras [GtaRp] • Terminada •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora