4. ✻

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Gustabo fue hasta un lado de la habitación donde estaban todas las cosas que había ido adquiriendo y sacó de una bolsa oscura una navaja pequeña. La puso encima de la bolsa y volvió donde estaba él. Simplemente, quería dejarla preparada por cualquier cosa que llegara a ocurrir.

Bueno, qué quieres hacer ahora. –dijo como si nada, como si todo lo que acababa de pasar no hubiera ocurrido

Uhm... ¿Podríamos jugar a algo? ¿Tienes puzzles? ¡O podemos dibujar algo! –sonrió mientras levantaba su mirada con una sonrisa– Hay muy pocas cosas para hacer, podemos salir afuera a algún parque... O algo así. No sé.

A un parque... Suena bien, vamos, hace años que no piso uno.

Esperó a que este saliera del sótano para agarrar a Pogo y colocarlo justo al lado de la navaja que había sacado anteriormente. Sonrió y tomó la navaja para guardarla en su bolsillo. Solo por si acaso, nuevamente, solo por si acaso.

Tampoco había una razón mas allá de dejar el muñeco allí, simplemente no quería dejarlo en el suelo, sentía que valía demasiado para ese desprecio e inferioridad de un suelo sucio y frío. Era alguien mucho más especial y único.

Tras eso, salió junto a él. Colocando el contenedor tras de sí.

¿Sabes donde hay alguno? –le preguntó al menor.

¡Hay uno muy cerca de aquí! Tiene columpios! Adoro los columpios. –sonrió mientras caminaba lentamente. Le agarró de la mano al otro y empezó a caminar guiándole hasta el pequeño parque

¡Mira! ¡Ahí está! –sonrió tirando de él hacía los columpios– ¡CORRE, QUE NOS LO VAN A QUITAR! –parecía su máxima preocupación, tener sitio en los columpios.

¡Pero calmate! ¡Nadie te lo va a quitar! –decía alarmado mientras corría tras él. Odiaba correr si no era extremadamente necesario, pero prefería eso antes que cualquier otro ejercicio físico.

Al llegar, Gustabo apoyó sus manos en sus rodillas y tomó aire respirado bastante agitado mientras veía cómo Horacio corría hacia el columpio, iba tan rápido que se tropezó y se cayó al suelo en plancha, quedándose unos segundos quieto. Se levantó y se sentó en el columpio.

¡Ven Gustabo! –levantó la mano saludándolo– ¡Te reservo el columpio!

¿Estás bien? –dijo acercándose a él rápidamente al ver como se había caído al suelo de esa forma.

Antes de que pudiera subirse vio como una panda de tres chicos se acercaban por detrás de ellos y empujaban a Horacio para delante haciendo que cayera al suelo de boca.

¡Eh! –se alarmó Gustabo mirándolos.

Que esto es nuestro, o es que no os enteráis. Panda de críos... –dijo uno de ellos mientras se subía a un columpio de un salto. Debían de tener cinco o seis años más que ellos. Típicos matones de barrios que se creen los mejores en todo.

Horacio empezó a escupir tierra que había tragado sin querer.

¡Oye chicos, yo estaba antes! –dijo frunciendo el ceño, poniéndose delante de Gustabo.

De alguna manera quería hacer lo de la otra vez, pero no tenía ningún arma ni nada para poder hacerlo. Simplemente quería proteger a Gustabo, que estuviera orgulloso de él otra vez. No ser una carga, no ser un inútil, pero para cuando se dio cuenta, lo habían agarrado de su camiseta.

¿Una camiseta de unicornio, eres marica o qué?

¡¿Y que tiene?! –trato de soltarse del otro– ¿Que te importa? ¿Acaso estás interesado? –trató de humillarlo o hacerlo sentir incómodo pero eso le cabreo más.

Sacrificio de Mentiras [GtaRp] • Terminada •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora