69. ✻

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La camioneta frenó y sacaron a ambos, el lugar tenía pinta de ser bajo tierra. Había muy poca luz y las habitaciones tenían las puertas de metal con una pequeña ventana en ellas. Habían cadenas por las paredes, un montón de cacharros y manchas de sangre seca en el suelo.

Horacio empezó a sentir miedo por todo su cuerpo, miedo de que Gustabo pagase por nada, que ambos murieran aquí. Miedo de no poder disfrutar una vida tranquila junto a él.

—Jefe. –Llamó uno de ellos– ¿Los encerramos ahora o nos ponemos en marcha?

Gustabo se mantuvo callado durante todo el trayecto. Tenía que mantenerse lo mas tranquilo posible, no podía comenzar a liarla sin más, sobre todo porque se había ganado la confianza de Horacio y no quería desaprovecharlo todo como si nada.

Cuando bajaron de la furgoneta se quedó mirando a su alrededor conforme iban avanzando por el lugar.

—¿Qué me vas a encerrar tú, cerdo? Perrroooo –se rió el rubio sin preocupaciones

—Primero dadle una pequeña introducción. Al payaso enano encerradle en la celda, que lo vea. –sonrió uno de ellos

Tiraron como si fuera un saco de patatas a Gustabo en la celda, y luego la cerraron. A Horacio lo sentaron en una silla y le pusieron correas en los tobillos, cortaron sus bridas y pusieron las correas también en sus muñecas.

—Bien. ¿Tú eres la noviesita de Capo, no es así? –alzó una ceja– Tu y tú organización nos ha traído muchos problemas. Muuuuchos, muuuuchos problemas.

—Mira... Yo realmente solo me acosté una vez con él. No pertenezco a su organización –trató de convencerlos pero simplemente la situación empeoró.

—NOS TOMAS POR GILIPOLLAS. –gritó uno golpeándolo con un puñetazo.

—¡No miento!

El jefe suspiró y chasqueó sus dedos

—Hervir el agua. –ordenó mientras paseaba alrededor de Horacio– Con que crees... ¿Que ese truquito viejo nos lo vamos a creer? –Alzó la mirada mientras soltaba una carcajada fuerte.

—¡Es la verdad!

[...]

Gustabo se quejó cuando lo tiraron sin más al suelo. Al menos le habían quitado las bridas y se podía poner en pie, pero le servía de poco ya que estaba completamente encerrado

Aquello le traía muy malos recuerdos, recuerdos horribles tanto como Pogo como de Gustabo. Le veían a la cabeza imágenes de cuando Gustabo tuvo problemas con la mafia la primera vez.

También le venían imágenes de cómo Pogo era encerrado en aquel hospital psiquiátrico. Y muchas otras imágenes que su mente podía relacionar con aquel cuarto oscuro.

Comenzó a golpear la puerta con fuerza mientras gritaba

—¿¡Qué coño hacéis!? ¡¿Horacio!?

—Cierra la puta boca –escuchó a traves de la puerta

[...]

En la mesa pusieron un pequeño hornillo de esos que te llevas a las acampadas y al cabo de unos minutos una olla hirviendo fue colocada para mantener la temperatura.

—Tienes suerte. No es aceite, pero la próxima vez lo será si no empiezas a cantar, ¿si? Pequeña putita. –agarró del cuello a Horacio apretándolo con todas sus fuerzas.

Horacio se retorció como podía para poder respirar, al ser soltado jadeó con desesperación.

—Primera pregunta, su sede, donde está. –Horacio se mantuvo en silencio– ¡HABLA! ¡DÓNDE ESTÁ!

Sacrificio de Mentiras [GtaRp] • Terminada •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora