49. ✻

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Pasaron horas y horas y ambos quedaron completamente dormidos. Horacio se quejó mientras se movía para incorporarse. Bajó lentamente las escaleras, ya estaba anocheciendo, su horario se había cambiado por completo.

Miró su móvil, viendo que estaba lleno de llamadas perdidas de unos desconocidos. Simplemente decidió ignorarlas. Caminó lentamente, sentándose en la silla de la mesa de la cocina, y apoyó su frente contra la mesa.

Su cabeza se sentía que iba a explotar, jadeó mientras agarraba una aspirina y se la tomaba.

Gustabo no se había movido en todo el día. Literalmente había pasado más de veinticuatro horas casi tumbado en el sofá. No tenía fuerzas simplemente para hacer nada. Cuando lo escuchó en la cocina se dio la vuelta colocándose de espaldas a la televisión. Se había despertado hace rato y seguía exactamente igual.

Horacio decidió descansar por hoy, pero estaba seguro que volvería al bar con esos tipos. No tenía ninguna razón para no hacerlo. Y... Realmente se lo había pasado bien. Estiró sus brazos mientras su cabeza seguía dando vueltas. Decidió empezar a limpiar un poco. Limpió los platos del fregadero y barrió la cocina.

Gustabo se giró, quedándose boca arriba pero justamente con la cabeza donde antes tenía sus pies, si miraba hacia atrás podía ver a Horacio limpiar la cocina

Desvió su mirada al techo y susurró

—¿Me das un vaso de agua...?

—Claro. –sonrió mientras agarraba un vaso de agua y se lo servía– Perdón por tardar tanto ayer. Se me complicó un poco el asunto. –susurro– Tendrías que haber venido, fue una fiesta genial.

Gustabo se sentó y tomó el vaso con ambas manos mientras se sentaba en el sofá.

—Lo dudo... –musitó en uno de los descansos mientras bebía

—¡Si! Habían como diez mesas llenas de comida. Luego la música estaba a tope y todo el mundo gritaba y bailaba. No sé cómo no me dio un coma etílico de tanto beber. –se rió mientras barría un poco el salón– Aaaf. Las fiestas que hacen son geniales. Todos gritan, se divierten, bailan... –sonrió

Gustabo iba a dejar el vaso en la mesa, pero en ese momento se agarró fuertemente la cabeza dejando caer el vaso al suelo, rompiéndose en decenas de cristales

—¡Agh! –gritó mientras se tumbaba de golpe al sofá

Horacio suspiró con reproche mientras barría los cristales.

—¿Estás enfermo? –pregunto al ver esa extraña acción.

Recogió los cristales con el recogedor y los tiró a la basura.

—¡Dejame en paz joder! –gritó con fuerza mientras pataleaba en el sofá con fuerza.

Horacio lo miró desde atrás, dejó la escoba y el recogedor y se acercó al otro.

—¿Estás bien? –le puso la mano en la frente– Tienes algo de fiebre... –susurró– La medicina tendría que haber hecho efecto... ¿Necesitarás una pastilla o algo así?

Apartó su mano con brusquedad y lo empujó seguidamente apartándolo de él.

—¡Quita, Quita! ¡Aparta! –le gritó con rabia

Horacio cayó al suelo. Hizo una mueca de dolor, justo ahora no podía permitirse hacerse mucho daño.

—¡Gustabo! ¡Mírame! ¡Reacciona! ¿Qué estás haciendo? –le agarró de las muñecas para que se estuviera quieto.

Este trató de soltarse de su agarre con todas sus fuerzas mientras pateaba frenéticamente.

—¡Dejame, no quiero amigos putones! –le gritó mientras apretaba los dientes con rabia

Sacrificio de Mentiras [GtaRp] • Terminada •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora