1. ✻

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Los pasos en la nieve y el crujido de esta hacían eco en las oscuras calles. Un niño se abrazaba a si mismo mientras caminaba por esta gran capa blanca. Jadeó en frío mientras pequeñas lágrimas le caían poco a poco. Su cabeza empezaba a doler por el cansancio, el hambre y su llanto.

La noche comenzó a comerse las calles, las farolas las iluminaban, al igual que la gran luna. Aquel niño, llamado Horacio, simplemente se sentía perdido, y asustado, solo ante el peligro de la noche. Buscó algún sitio para poder esconderse, y optó por protegerse detrás de un contenedor. Se sentó abrazando sus piernas mientras sollozaba lentamente. El frío lo hacía sentir somnoliento. Estaba cansado y sus ojos empezaban a cerrarse poco a poco.

-Mamá... -gimoteó escondiendo su cabeza entre sus brazos, que descansaban sobre sus rodillas dobladas.

Mientras tanto, a unos metros de distancia de donde se encontraba aquel chico, caminaba a paso firme otro de una estatura menor. A pesar de la gran capa de nieve y la fuerte ventisca que recorría las calles con un enorme helor, no era un factor para detenerse y volver a lo que podía considerar su verdadera casa. Aquel niño de cabellos bastante alborotados caminaba entre esas callejuelas en busca de algo que le llamara la atención y pudiera serle útil, al fin y al cabo tenía los recursos mínimos, pero ese no era un problema grave que le impidiera conciliar el sueño, estaba más que acostumbrado a ello.

Miraba a todas partes mientras recogía algunas latas y botellas vacías y sucias que se encontraban enterradas bajo la nieve. Fijó su atención en un contenedor y entrecerró sus ojos, quizás podría encontrar algo que le sirviera, aunque a primera vista pareciera inútil.

-Espero que hayan dejado algo esta vez -solía pasar por allí y revisar aquél maloliente cacharro para comprobar si el establecimiento que se encontraba enfrente de aquel callejón había desechado algo con valor.

Se acercó hasta él y a pesar de su poca altura, logró con un salto echar un vistazo en su interior, manteniéndose con los pies resbalosos, aguantando todo lo que podía.

-No hay una mierda... -susurró en voz alta para si mismo mientras escuchó unos sollozos bastante leves que se juntaban con el viento que silbaba en las calles.

El chico bajó y caminó lentamente hasta detrás del contenedor de donde parecía que provenían aquellos sollozos. Poco a poco, una figura de un niño abrazado a si mismo se hizo visible desde su posición. Gustabo arqueó una ceja e hizo una mueca y golpeó varias veces el contenedor para llamar su atención.

-Hey, tú.

Horacio estuvo varios segundos llorando sobre su situación, pensando en que haría. Estaba perdido, y no tenía nada que hacer. Moriría... Literalmente moriría poco a poco. Un gran golpe lo despertó de su mente, y al ver al otro chico retrocedió estando en el suelo sentado, muy asustado.

-¡N-No tengo dinero! -Se escondió detrás de sus brazos.- ¡N-N...no me h-hagas daño! -gimoteó sorbiendo su nariz.

El contrario rodó los ojos y se cruzó de brazos frente a él. ¿De verdad que tenía que volver a tratar con otro niño indefenso? No era la primera vez, pero ya le cansaba que no supieran cuidarse por si solos, siempre se tomaba él mismo como referencia.

-Ni tú ni yo tenemos dinero, deja de decir chorradas... ¿qué haces aquí? No me importa lo más mínimo, a menos que hayas cogido algo del contenedor, esta zona es mía -añadió de forma tajante sin despegar su mirada de él seriamente.

Sacrificio de Mentiras [GtaRp] • Terminada •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora