76. ✻

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Pasaron un par de horas, prácticamente todo el día. Gustabo llegó a pensar en cuál era el verdadero plan que querían llevar a cabo la mafia, ¿hacer que se murieran de hambre? ¿que perdieran la cordura? No tenía ni idea.

Todo estaba en un profundo silencio. Gustabo se levantó lentamente y caminó tambaleándose ligeramente hacia la puerta. Colocó su oreja en esta y se quedó en silencio.

—Es de noche...

Horacio se incorporó con un suspiro. Esperaba que todo saliera bien, necesitaba de corazón que todo estuviera bien.

—No hagas ninguna locura... Por favor. –se acercó hasta el otro y empezó a forzar la cerradura.

Al cabo de unos minutos, la puerta se abrió.

—Shh... –se asomó ligeramente el de crestas, viendo al guardia durmiendo– Bien, está durmiendo

Gustabo se apoyó en el hombro de Horacio para salir de la celda caminando lentamente a su lado. Hacía unas horas se había estado preparando, así que salía de allí con aquel palo de hierro, al menos se aseguraba de que podía golpear sin problemas.

—Ve más lento... –le susurró, ya que no podía caminar a su ritmo.

Horacio fue al ritmo del otro con lentitud. Caminaron despacio hasta que estuvieron detrás de esa persona. Horacio miró a los ojos a Gustabo, para ver si estaba listo. Este lo miró decidido sujetando el palo metálico con ambas manos. Le hizo un gesto para que se apartara de él.

—Alejate... Un poco –le susurró echándose un paso para atrás.

Horacio retrocedió, dejando espacio suficiente para que pudiera hacer lo que sea que estaba a punto de hacer. Quería tapar sus ojos, pero él mismo sabía que debía verlo. No podía seguir siendo el blando que perjudicaba a los demás.

Gustabo suspiró con decisión. Este elevó el palo a una altura cómoda y se colocó como si fuera a golpear una pelota en un partido de béisbol, pero ese caso, la pelota era una cabeza humana.

Frunció el ceño y golpeó con todas sus fuerzas la nuca del hombre, apretando sus dientes con rabia. Tras ello se quedó mirando el cuerpo por un par de segundos. Se sentía tan bien de volver a hacer aquello que no pudo evitar sonreír.

—Uno menos...

Horacio tragó saliva mientras suspiraba con pesadez.

—Si quieres... Ve a la sala de tortura a coger el bate o algo para matar al resto. –susurró acercándose y buscando las llaves en la ropa. Las puso sobre la mesa, y empezó a desvestirlo– Necesitamos ropa... –murmuró.

Le quitó el chaleco, la camisa y los pantalones.

—Te pones tú el chaleco. ¿Pero quién la camisa y quien los pantalones? –susurró

Después de un par de segundos mirando al cuerpo con detenimiento desvió su atención hacia Horacio.

—Tengo una idea... Vamos a fingir –dijo tomando la ropa del hombre comenzando a ponérsela poco a poco, apoyándose en Horacio.

—Recuerda el pasamontañas. –añadió el otro.

Después de que Gustabo se pusiera la ropa, Horacio alargó su mano para arrebatarle el pasamontañas al hombre. Desde luego era mejor saber que ha muerto un "desconocido", porque ahora que veía su cara, incluso tenía remordimientos. El hecho de no ponerle cara a la muerte lo había ayudado, pero ahora estaba ahí, mirándole.

Suspiró desviando su mirada a su hermano y le dio el pasamontañas. Gustabo tomó el pasamontañas y se lo colocó. Aquello le recordaba mucho a sus días como subinspector, pero a niveles insospechados.

Sacrificio de Mentiras [GtaRp] • Terminada •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora