Capítulo 43: El regreso de Sean.

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POV DAMEN.


—¿Me extrañaste?— Blanqueo los ojos. Terminándome de hundir dentro de su pequeña boca.

Lo sonidos ahogados de ella atragantándose con mi polla me hacen espabilar, cogiéndola del cabello para aumentar mucho más los empellones que me hacen tensar los músculos cada vez más cerca del clímax.

—Sabes tan exquisito...—Gruño fastidiado por sus palabras, en busca de liberarme de ésta maldita tensión que me tiene con las bolas azules.

De forma violenta y sin consideración alguna, lo meto y saco sin darle chance a respirar,  rabioso y con ganas de calmar ésta ansiedad como tanto me gustaba.

Con sexo del bueno.

—Menos parloteo y más acción—Sus largos dedos se apoyan en mis caderas, justo cuando el intenso hormigueo se empieza a concentrar en mi zona baja.

La rubia de tetas grandes me mira directo a los ojos, estando estos cristalizados y con el maquillaje corrido. Vuelvo a colocar la mirada sobre el techo, concentrándome sólo y exclusivamente en el placer que estoy sintiendo, fantaseando con las cosas más inapropiadas que a alguien se le pueda ocurrir, e imaginando que me la follo a ella de una manera salvaje y...

<<¿A quién?>>

—Abre la boca.—Ordeno con el abdomen sudado y la voz un poco enronquecida.

La zorra que me chupaba el miembro segundos atrás me cumple el capricho, separando los labios en espera de saborear mi tibieza. Con el pene siendo rodeado por mi mano, me empiezo a pajear hasta que por fin el semen sale disparado hasta mojarle gran parte de la cara.

Ella, como la maliciosa que es, desliza su lengua por la comisura de sus labios, limpiando el rastro de esperma que le indica lo bien que ha realizado el trabajo.

—Ya puedes irte...—Me aparto de su cuerpo, subiéndome los pantalones y secándome la frente sudada con la pequeña toalla que se encontraba guindada sobre una de las repisas. 

—Al menos me puedes dar las gracias.—Se queja, haciéndose la ofendida.

—¿Y por qué habría de hacerlo?. Has sido tú la que me ha perseguido por todo el gimnasio para poder llevártelo a la boca—Le recuerdo.—Aquí la única que me tiene que dar las gracias eres tú—Le doy la espalda, en dirección a la salida.

—Eres un capullo de mierda.—

—Espero lo recuerdes bien cuando te den ganas de volver a buscarme— Me la buceo de pies a cabeza, satisfecho con sus medidas—Quizás y hasta repita contigo, no lo haces tan mal...—La miro de reojo, burlándome por la leve esperanza que surca en sus ojos ambarinos. 

Ingenua.

—¿Hablas en serio?—Sonríe con emoción, reafirmándome lo idiota que puede llegar a ser la gente al rebajarse como ella lo hace.

—No.—Aviento la puerta tras salir de aquel sitio, yéndome a las duchas para deshacerme de la transpiración y mal olor.

Veinte minutos después, salgo del gimnasio en dirección a mi camioneta. Le quito la alarma, me subo y reviso el teléfono no más para asegurarme de que no haya algún mensaje importante.

Tan sólo como diez textos de Bastian,  veinte de Isa, y dos de Eros.

No, nada que me importe.

Encendiendo el motor del vehículo, conduzco a la mansión en donde vivo actualmente. Al llegar al mencionado sitio me estaciono frente a la imponente estructura y amplio aparcamiento.

LOS CLARCK (I)✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora